Usted está aquí

Beneficios del retiro espiritual

Para muchos decir Trapa es recordar los chocolates. Tal chocolate existe aún en el mercado, aunque desde hace muchos años los monjes trapenses dejaron de fabricarlo.

Para mi Trapa son buenos recuerdo de las muchas visitas que a lo largo de mi vida he realizado a monasterios cistercienses.

De mis primeros recuerdos es la visita de retiro que efectúe al monasterio de Cóbreces, en Santander. Fue el 11 de octubre de 1962, fiesta de la Virgen de Begoña. Y coincidía con la apertura del concilio Vaticano II. Los monjes pidieron un aparato de televisión para ver la ceremonia. Muchos era la primera vez que veían al Papa Juan XXIII y lloraban de emoción.

Para mi Trapa es silencio, recogimiento, oración, música, … Esta vez era en los primeros días de noviembre cuando me retiré en la Trapa del Monasterio de San Isidro de Dueñas en Palencia.

De camino, pude admirar los campos de Castilla, siempre bellos con su variedad de verdes, la belleza del amarillo y tonos ocres. Me recreaba contemplando la mano de Dios en la Creación.

Al llegar, la sonrisa del hermano portero y la bondad y disposición del padre hospedero.

Pronto me indican los horarios del coro a los cuales nos unimos los huéspedes y que los seguimos porque después del Concilio se canta y reza en español, antes los hacían en el universal latín, pero que la mayoría no entendíamos… La música, olvidado el gregoriano, sigue resultando celestial.

Fuera de horas los monjes se entregan a sus oficios, a la biblioteca, a la cocina, a la enfermería, a la portería, a la vaquería… es decir a vivir el lema “ora et labora”.

Y los huéspedes nos retiramos a meditar unas veces por la huerta entre el río Pisuerga y el Carrión y otras a la capilla del ejercitante.

El silencio ayuda a encontramos con Jesús y los paseos por los mismos sitios que piso San Rafael en la década de los treinta del siglo pasado. Lugar perfecto para levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes. La Capilla del ejercitante, con el Santísimo expuesto

permanentemente y una imagen fantástica de Cristo crucificado, es un lugar ideal también

para meditar.

Y el Monasterio ofrece la biblioteca para consultar libros de espiritualidad, de liturgia, historia de la Iglesia, Teología... o sobre San Rafael Arnaiz…

Las comidas siempre sabrosas, también para los monjes, exquisitas y muy bien preparadas.

Al final del día, después del rezo de completas, la salve solemne, única, te eleva al cielo. Y después la bendición del padre abad, mitrado y con el hisopo. Bendición que recuerda el beso que los padres hemos dado a nuestros hijos antes de retirarse a descansar.

El culto cisterciense es precioso, elegante, silencioso, sin prisas… lejos de la liturgia de nuestras ciudades siempre mirando al reloj.

También he aprovechado el tiempo para recibir el sacramento de la reconciliación de manos de un monje, listo, respetuoso y preparado. Aunque, para mí, la Trapa es, sobre todo, el hermano Rafael, San Rafael Arnaiz Barón. A la Trapa… volveré. _

Carlos María Ruiz Cortadi