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Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: 
- Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido. 
Ellos le preguntaron: 
- Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder? 
Él contestó: 
- Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: «Yo soy» o bien «el momento está cerca»; no vayáis tras ellos. 
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. 
Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida. 
Luego les dijo: 
- Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. 
Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. 
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio. 
Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. 
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. 
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Comentario Papa Francisco

La gente hablaba del templo y de su belleza. Porque era hermoso ese templo. Entonces Jesús dijo: “Esto que contemplaís, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida” (Lc 21,6). Naturalmente le preguntan: ¿cuándo va a ser eso?, ¿cuáles serán las señales? Pero Jesús desplaza la atención a las verdaderas cuestiones. Y son dos. Primero: no dejarse engañar por los falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. Y nosotros estamos en este tiempo de la espera, de la espera de la venida del Señor, que dice: “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (v.19). ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son una llamada a la esperanza y a la paciencia, a saber esperar los frutos seguros de la salvación, confiando en el sentido profundo de la vida y de la historia.