A esta actitud de apertura mental y ética se le suma el fenómeno de Internet, esto es, una realidad tecnológica de proporciones gigantescas y llamada a marcar un antes y un después en nuestros días. La facilidad con que los niños y adolescentes cargan con un teléfono en sus bolsillos, o con que disponen de una tablet en sus casas, resulta innegable e incluso inevitable. No es algo, por lo tanto, de lo que se pueda huir. Ya no tiene sentido obligar a esos jóvenes a “olvidarse de Internet”, de la misma manera que no se les puede pedir que vivan sin bolígrafos (para defender el uso de la tinta y las plumas de ave) o sin bicicleta ni coche (para apostar por el noble ejercicio de caminar).
Internet constituye una herramienta muy útil que es preciso aprender a manejar y enseñar a manejar a los niños y niñas, pues supone el acceso a múltiples oportunidades en todos los ámbitos. Y los adultos -padres, educadores- también se enfrentan a ese reto, con el añadido de que a ellos les resulta una tarea más ardua, porque su infancia y su juventud transcurrieron en circunstancias no digitales.
Las redes sociales
Dentro del mundo de Internet, las redes sociales son el principal interés de los jóvenes. Les sirven para comunicarse activamente entre ellos y promueven su sociabilidad. Ahora bien, existe un debate inacabado sobre la incomunicación que pueden producir las redes sociales. Por un lado, parece que favorecen las interrelaciones personales; y, por otro lado, se comprueba que a menudo desembocan en aislamientos, ya que la mayoría de los adolescentes navegan en Internet y utilizan las redes sociales sin compañía.
Pues bien, justamente esta última posibilidad es la que los adultos deben evitar en los niños y adolescentes a base de ejemplo, sentido común y consenso. No se trata de rechazar las tecnologías como si fueran materia de pecado, o un enemigo soterrado del cristianismo o de la fe, sino de descubrir y apreciar su valor positivo.
Si padres y educadores adoptan una actitud exageradamente prohibitiva respecto a la tecnología interactiva, conseguirán justo lo opuesto a lo que pretendían: los adolescentes buscarán y encontrarán la manera de esquivarles. No se trata de quitar a los chicos cualquier opción de acceder a las redes sociales, sino de enseñarles a lidiar con esas oportunidades.