Isabel de Portugal, la esposa del emperador Carlos V, que había cautivado con su belleza física y espiritual a toda la corte castellana, fallecía en Toledo el 1 de mayo de 1539 con solo 36 años de edad. Debía ser enterrada en la Capilla Real de Granada.
Su hijo Felipe encabeza los funerales. Le encomienda dirigir la comitiva a su caballerizo mayor, Francisco de Borja y Aragón, marqués de Lombay y luego IV duque de Gandía. No era la primera vez que acompañaba a la emperatriz por la que sentía una rendida devoción. Ahora sería la última.
El viaje ha sido largo y caluroso. La luz que inunda el interior de la Catedral se cuela a través de la gran reja de la capilla que, no obstante, se mantiene en penumbra. El féretro es depositado sobre un catafalco cubierto con el blasón imperial. Asisten a su preceptiva apertura los miembros de la corte de la emperatriz, llorosos, asombrados, curiosos o circunspectos. Impasibles y con entereza, los representantes del clero.
Uno de los Monteros de Espinosa, al que vemos tapándose la nariz por el inaguantable hedor de la putrefacción, descubre la caja mortuoria para la identificación del cadáver, antes de ser entregado a los monjes que han de darle sepultura, a los que vemos al fondo.
Cuando el duque contempló el cadáver, ahora descompuesto por causa del calor del viaje, sintió desplomarse y entre lágrimas dio fe de cuanto veía: “no puedo jurar que esta sea la emperatriz, pero sí juro que es su cadáver el que aquí ponemos ... juro también no más servir a señor que se me pueda morir.” Y conmocionado, arroja su parlota de negra pluma a los pies de la muerte, mientras se derrumba con un abrazo en el hombro de su gentilhombre, que luce brillante armadura.
Tras esto, al enviudar de Leonor de Castro –dama portuguesa de la emperatriz, a la que vemos detrás cubriéndose el rostro para enjugar su llanto– ingresó en la Compañía de Jesús, donde alcanzó la santidad.
José Moreno Carbonero nació en Málaga el 28 de marzo de 1860. Desde muy joven destacó en el dibujo. A los 8 años ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Málaga, donde fue discípulo de Ferrándiz y con 10 consiguió la medalla de oro en una exposición de su ciudad natal. Cuando tenía quince años, en 1875, marchó a París para aprender y trabaja en el estudio de Jean-Leon Gérôme, pintor de género e historia que influenciará en su obra, sobre todo su gusto por temas históricos. En 1881 consigue un pensionado en Roma. En un viaje a Sevilla conoce a Fortuny y, junto a Ferrándiz, realizan un viaje por Marruecos. Fortuny, Martín Rico y Madrazo influenciarán en su posterior estilo realista.
Fue conocido como pintor academicista, también ejerció la labor docente como catedrático de Bellas Artes. Asentó su fama en los cuadros de historia.
Sus obras más relevantes son El príncipe de Viana y La conversión del duque de Gandía, ambas expuestas en Museo del Prado, así como Entrada de Roger de Flor en Constantinopla (1888). Gran parte de su obra se puede contemplar en el Museo de Málaga. Tuvo por alumnos a Juan Gris y Salvador Dalí. Falleció en Madrid el 15 de abril de 1942.