La autoestima es el elemento modulador clave entre lo que pretendemos hacer y el resultado. Por lo tanto, el enfoque lo debemos poner en cuáles son nuestras expectativas porque de él depende la percepción positiva o negativa que nos forjamos y el influjo en la forma de visualizar, de sentir y de relacionarnos con los demás.
Teniendo como fondo la educación de los hijos, es importante que las expectativas que unos padres se forjen sobre ellos sean reales porque el peligro que tiene generar falsas expectativas, suele conllevar una gestación y una visualización en negativo de lo que les sucede y sucede a su alrededor. Y esto, se transmite y se aprende. Por eso, propongo tener presente lo siguiente:
- Conjugar un alto nivel de aspiraciones con la realidad de sus capacidades.
- Ayudarles a que tengan un proyecto personal para que crezcan según sus potencialidades. Es un error uniformar y comparar a la hora de educar.
- Evitar llamar "campeón" a un hijo que ha perdido un partido. Ha de aprender a tolerar la frustración, acompañado, eso sí, y señalarle las otras cosas en las que es bueno. Si se reafirma a una hija, un hijo, en lo que vale se verá a sí misma, a sí mismo, como lo que es: una persona valiosa.
- Transmitirles que toda mejora requiere tiempo, paciencia y esfuerzo.
Todos necesitamos conversaciones sinceras y cercanas, personas que nos apoyan, nos conocen y nos aceptan con nuestros fallos. Este debe ser el ambiente donde se surjan las expectativas en una familia.