La conclusión parece clara: si quieres ser un buen padre, sé un gran marido. Si quieres ser una buena madre, sé una gran compañera de tu marido. Esto que parece simple, en la práctica no lo es. ¿Por qué? Ferruci da la respuesta con gran humildad: "A veces he olvidado esta realidad. Confiado, he ido descuidando los detalles dado que nuestra relación iba bien. Así, la he dejado abandonada a su propia suerte y pronto he experimentado cómo aparecen los disgustos, las recriminaciones, los silencios, etc.
Al hilo de este preámbulo me preguntaban un programa de radio sobre el peligro que tiene la rutina en la relación de pareja y proponía como terapia plantearse sorprender a la otra/al otro, como en la época de noviazgo para que la relación cobre un nuevo rumbo, porque la rutina termina asfixiando el amor.
Hay múltiples formas de sorprender al otro. Por ejemplo:
- Dejar lo que una/uno está haciendo y mirarle/ mirarla a los ojos cuando nos habla. Esto es transmitir ilusión en la relación.
- Esforzarse por corregir cada uno su temperamento con el fin de evitar los malos modos. Y si hay motivo saber pedir perdón y perdonar.
- Salir los dos a cenar juntos o a tomar un refresco a una cafetería, con cierta frecuencia, para hablar de “nosotros”. Esto significa mucho. Es decirle "¡qué bien estoy contigo!"
- Utilizar la delicadeza y la educación y evitar caer en el pesimismo o el victimismo porque son dos virus que minan el amor.
- Recordar las fechas importantes para celebrarlas juntos con la familia.
- Sorprenderse con pequeños detalles inesperados: un regalo, una cena especial, unas frases de cariño, unas flores, “prepara una comida o el café como sabes que le gusta”…
Y tener presente que el matrimonio no debe ser un “cajón de sastre” donde cabe cualquier relación afectiva. Hace falta estar preparada/do humanamente y no olvidar que el amor verdadero está en lo pequeño. No esperes momentos heroicos para demostrarlo, no llegarán. Y si llegan, no estarás preparada/do.