Y para identificar cuáles son, existen hoy en día múltiples estudios y buscadores que ofrecen esos datos y otros muchos. En 2019, por ejemplo, “Contando Lunares”, de Don Patricio y Cruz Cafune, “Con calma”, de Daddy Yankee y Snow, y “Calma”, de Pedro Capó y Farruko se han llevado el podio.
No es difícil sospechar que, si analizamos la letra de dichos éxitos, el contenido brillará por su simpleza y, en muchos casos, ausencia de originalidad. La primera dice, por ejemplo: “Vente, vacila un poquito / Que aunque yo me haga el loquito / Me encanta y lo sabe'/ Y si está loca, loquita mía / Yo sé quién eres realmente / Y no lo que ellos saben”. En la segundo, en cambio, aparecen maravillas como: “¿Cómo te llamas, baby? / Desde que te vi supe que eras pa' mí / Dile a tus amigas que andamo' ready (¡sube!) / Esto lo seguimo' en el after party”. Y la última, la de Capó y Farruko, recoge versos estilosos también: “Vamos pa' la playa / Pa' curarte el alma / Cierra la pantalla / Abre la medalla / Todo el mar Caribe / Viendo tu cintura / Tú le coqueteas / Tú eres buscabulla/ Y me gusta”.
Lo que ocurre, por supuesto, es que la melodía de dichas canciones es pegadiza. Invita a bailar, al disfrute y a la buena vibra. Lo mismo ocurre con las películas de superhéroes o con vicios de todo tipo: aun siendo mediocres o malos, resultan atractivos, y con esto parece que basta.
Conste que no tengo nada personal en contra de esos artistas, pero sí resulta llamativo y sintomático que el grueso de nuestra población se incline por un estilo artístico repetitivo, de poquísimo calado y, casi siempre, rayano en lo sexual, de tal forma que existe una aprobación tácita y constante de que, como en la canción, cuadro o película no se insulta a nadie, no pasa nada. Pero ése es un razonamiento tibio. Pienso que, como cristianos, una victoria nuestra puede ser, por ejemplo, no dejarse cautivar por canciones, películas y libros de ese estilo. No digo huir de ellos como si fueran tóxicos, pero sí saber situarlos en su lugar, ignorándolos cuando sea necesario o no difundiéndolos cuando nos los presenten.
San Pablo les sugirió a los Colosenses: “Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo” (Col 2, 8). En otras palabras, al enfrentarnos a cualquier cosa que las nuevas generaciones quieran poner de moda, preguntémonos: ¿me acerca más a Cristo? ¿Me hace ser mejor persona, comportarme de forma más caritativa? Y la respuesta seguramente guíe mejor nuestra conducta.