La tragedia, con la muerte de cuatro jóvenes, que ha tenido lugar en Madrid en la madrugada del 1 de Noviembre, ha puesto sobre el tapete, una vez más, este tema.
Hace unos meses, hablando con el obispo de una diócesis española, nos exponía su preocupación sobre la actividad educativa que se desarrollan en los centros escolares que dependen de instituciones eclesiales, que, según sus datos, gestionan más del 50% de la educación en España. En su opinión era imprescindible y urgente que analizaran sus planteamientos educativos, para dar un giro importante a la situación actual, que no está logrando los objetivos deseados.
Hay que reconocer que en los medios seglares católicos hay una inquietud creciente, ya que los padres son muy conscientes de la necesidad de formar adecuadamente a sus hijos, lo que no es incompatible con que alcancen un buen nivel formativo.
Sólo Dios sabe el porqué de accidentes tan trágicos, pero seríamos unos inconscientes si no sacáramos de ellos otro tipo de conclusiones que las que afectan a la seguridad de las instalaciones, al abuso inconsciente de algún empresario de ocio o a un cierto nivel de corrupción en la administración pública. Todo ello es importante corregirlo, pero es más fundamental que nosotros, los católicos, y las administraciones públicas cambiemos la actual política educativa, cuyos resultados, desgraciadamente, son muy negativos.
No perdamos de vista lo que ya apuntábamos en nuestro Punto de vista del mes pasado: la educación es un campo de enfrentamiento ideológico y por tanto, los católicos no podemos abandonar la batalla.