La acción de Satanás contra Jesucristo es una constante en su vida pública, como se vio en el apartado anterior, y muy posiblemente se hallaba ya detrás del intento de darle muerte en su infancia por parte de Herodes, que llegó a causar el asesinato de los niños Inocentes (Mt 2).
Satanás sabía bien que Él era el Hijo de Dios hecho hombre para redimir a los hombres y que iba a traer su derrota. Por eso trataría por todos los medios de dificultar su obra salvadora. En consecuencia, la acción diabólica contra Jesucristo llega a su culmen en la Pasión, donde teme producirse su victoria. La Carta a los Hebreos lo resume claramente: “Por tanto, lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo” (Heb 2,14).
Aunque los evangelistas no recogen paso por paso la acción de Satanás a lo largo de la Pasión, en toda ella está presente bajo la permisión divina. Hay un hecho donde se alude a él de forma expresa y muy clara: la traición de Judas. Dice San Lucas que, antes de la Cena pascual, “entró Satanás en Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce, y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y oficiales del templo el modo de entregarlo” (Lc 22,3-4). Por su parte, San Juan señala que al cenar “ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo” (Jn 13,2); y cuando Jesús descubre quién será el traidor (aúnque los otros Apóstoles no se percatan) dándole un trozo de pan untado, advierte el evangelista que “detrás del pan, entró en él (en Judas) Satanás” (Jn 13,26-27). Ya con anterioridad había apuntado Jesús que uno de los Doce, en alusión a Judas, “es un diablo” (Jn 6,70-72).
También hay otros datos muy importantes sobre la acción de Satanás en la Pasión. Por una parte, San Lucas recoge que, en el prendimiento en el Huerto de los Olivos, Jesús afirma ante sus captores: “ésta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas” (Lc 22,53). De hecho, tanto el prendimiento como los juicios injustos e ilegales contra Jesús tendrán lugar de noche, según recalcan los Evangelios: es la hora del poder de las tinieblas, del demonio. Por otro lado, en el precioso Sermón de la Cena transmitido por San Juan, Jesús advierte a los Apóstoles: “Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo (el diablo); no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que Yo amo al Padre y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo” (Jn 14,30-31). Por lo tanto, los acontecimientos de la Pasión (traición de Judas, prendimiento, juicios, insultos, vejaciones, golpes…) van a ser suscitados por Satanás en su deseo de aplastar, humillar y eliminar a Cristo; pero en realidad nada puede sobre Él, pues Cristo, obedeciendo al Padre, no va a hacer sino cumplir los designios de salvación dispuestos por el Padre, que ha querido obrar la Redención de los hombres mediante los sufrimientos de su Hijo amado en la Pasión. Por eso había dicho Jesús que “ahora el príncipe de este mundo (Satanás) va a ser arrojado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,31-32). Es decir, la Cruz de Cristo va a suponer, frente a los deseos de Satanás, la propia derrota de Satanás y la victoria de Cristo.
Mel Gibson, en su magnífica película “La Pasión”, ha retratado con gran agudeza el papel de Satanás en ella desde los intentos de tentarle en la agonía en el Huerto. Refleja muy bien la vana y pasajera satisfacción del demonio viendo sufrir a Jesucristo, pero también cómo al final resulta vencido por su Muerte y su Resurrección, lo cual acentúa aún más si cabe su amargura.
Más referencias de Jesús al demonio
Leyendo los Evangelios, uno no puede decirse cristiano y negar la existencia del demonio. Su presencia oponiéndose a Jesucristo y a su obra salvadora es una constante, como lo es también la liberación de posesos por exorcismos practicados por Nuestro Señor. Y además de todo esto, las enseñanzas de Jesús en las que habla del Maligno son otra constante: por ejemplo, en la parábola del sembrador (Mt 13,19; Mc 1,15; Lc 8,12) o en la del enemigo que siembra la cizaña en el campo de trigo (Mt 13,25.38-39). Más aún, la traducción exacta del Padrenuestro no dice “líbranos del mal” en neutro y abstracto, sino “líbranos del Maligno”, “del Malo”, “del Malvado”: es decir, del diablo (Mt 6,13). Frente a las autoridades judías, Jesús les indica que tienen por padre al diablo, que “era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él, […] es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44-45). Cabría señalar otros textos más, pero no podemos extendernos ahora.