Un sábado de aquellos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron:
- Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.
Les replicó:
- ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes.
¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa?
Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo.
Si comprendierais lo que significa «quiero misericordia y no sacrificio», no condenaríais a los que no tienen culpa.
Porque el Hijo del hombre es Señor del sábado.
Comentario del Papa Francisco
Fiel a su naturaleza como madre, la Iglesia se siente en el deber de ser “hospital de campo”, con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda y apoyo; aún más, de salir del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de salvación. Una Iglesia que enseña y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para él sábado” (Mc 2, 27); y que Jesús también dijo: “No necesitan médico lo sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores” (Mc 2, 17). Una Iglesia que educa en el amor auténtico, capaz de cumplir su misión de buen samaritano de la humanidad herida.