La aparición de la estrella
La aparición de la estrella: Nacido Jesús. En esta primera cláusula se advierte, en sentido moral, cómo una persona se convierte de la vanidad del mundo al estado de una vida nueva. Pero antes expongamos la historia en pocas palabras.
Nació Jesús en la noche de un domingo, pues el mismo día en que dijo: Hágase la luz y la luz fue hecha, nos visitó el sol que viene de lo alto. Dicen que Octaviano Augusto vio en el cielo mostrándosela la Sibila a una virgen encinta, y desde entonces prohibió que le llamasen Señor, porque había nacido el Rey de reyes y Señor de señores. Por eso canta el Poeta: “Mirad que viene del alto cielo una nueva generación”. Una fuente de aceite brotó muy abundante durante el día entero desde una choza insigne, porque nacía en la tierra el que fue ungido con el óleo de la alegría con preferencia a sus compañeros. El tempo de la Paz se derrumbó hasta sus cimientos. Los romanos, a fin de obtener la paz perfecta por todo el orbe en tiempos de César Augusto, habían construido maravillosamente el templo de la Paz. Consultando cuánto tiempo iba a durar éste, se les contestó: Hasta que una virgen dé a luz. Ellos entendieron gozosos: Entonces será eterno, porque una virgen nunca va a dar a luz. Pero Dios perdió la sabiduría de los sabios y anuló la inteligencia de los prudentes, porque en la hora del nacimiento del Señor se derrumbó aquel templo hasta sus cimientos.
Los Reyes Magos
Trece días después de su nacimiento, o sea, hoy, llegaron unos Magos de Oriente a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella. Se llamaban Magos por la grandeza de su ciencia. Pues los persas llaman magos a los que los griegos llaman filósofos. Venían, efectivamente, de los confines de Persia y de Caldea. Pues pudo muy bien acontecer que en trece días hubiesen recorrido, montados en dromedarios, extensos países. Había una estrella diferente de las otras por su resplandor, por su situación y movimiento. Por su resplandor, que la luz diurna no impedía; por su situación, no estaba situada en el firmamento con las estrellas menores ni en el éter con los planetas, sino que avanzaba en la atmósfera por rutas próximas a la tierra; por su movimiento, porque inmóvil antes sobre Judea sirvió a los Magos de señal para venir a Judea y ellos acordaron dirigirse a Jerusalén, capital de Judea. Cunado empezaron la marcha iba delante con un movimiento digno de ser notado. Al terminar su misión, la estrella desapareció enseguida, convirtiéndose en la materia preexistente de que había sido formada.
Este día se llama Epifanía, de “epi”, sobre, y “phane”, iluminación, porque hoy Cristo se manifestó por la señal de la estrella. Se llama Teofanía, de theos, Dios, porque hoy, pasados treinta años, fue bautizado Jesús por la palabra del Padre en el Jordán. Se dice también Betfanía, de Bet, casa, porque un año después del bautismo, en el día de hoy, hizo un divino milagro en una boda dentro de una casa.
Palabras con sentido
Nacido, etc. Veamos lo que significa en sentido moral las cuatro palabras: Estrella, Magos, Oriente y Jerusalén.
La estrella significa la iluminación de la gracia divina o el conocimiento de la verdad. Por eso Jesús, fuente de toda gracia, dice en el Apocalipsis: Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana. Jesucristo, aunque hijo, sin embargo raíz, o sea, padre de David. O bien, como la raíz soporta al árbol, así la misericordia de Cristo sostuvo a David, pecador y penitente. Él es estrella resplandeciente en la iluminación del Espíritu, estrella de la mañana en el conocimiento de la verdad.
Los Magos son los sabios del mundo. De ellos dice Isaías: Los sabios consejeros del Faraón dieron un necio consejo. Faraón, que quiere decir el que descubre al varón, es el mundo. Éste, a quien cubre con su vanidad, le descubre en la miseria de la muerte; no da, sólo presta, y cuando la necesidad es mayor, exige lo que prestó dejándole desnudo y miserable. Necio, por tanto, es el consejo de aquellos sabios que aconsejan almacenar lo ajeno, que no se pueden llevar consigo, y cargarse de cosas prestadas, que no podrán pasar por el agujero estrecho. En efecto, es tan estrecho el agujero de la muerte que apenas podrá el alma sola y desnuda pasar por él. Cuando alguien llega a ese tránsito, debe dejar todo el peso de los bienes temporales. Como los pecados no son bienes de fortuna, fácilmente pasan con el alma.
La vanidad humana
El Oriente es la vanidad y prosperidad del mundo. Por eso dice Ezequiel: Miré y vi unos hombres de espaldas al templo del Señor, de cara al oriente, y se postraban hacia el sol naciente. El templo es la humanidad de Cristo, o bien, la vida de cualquier justo. Están de espaldas al templo del Señor y de cara al oriente los que, olvidados de la Pasión y muerte de Cristo, convierten en vanidad mundana todo lo que saben, todo lo que saborean. Por eso se queja el Señor por Jeremías: Vuelven hacia mí la espalda, y no su rostro, pero al tiempo de su desgracia, o sea, de la muerte, dirán: Álzate y sálvanos. ¿Dónde están tus dioses, es decir, los placeres y las riquezas, que te hiciste? ¡Que se alcen ellos y te libre al tiempo de tu desventura! O bien, están de espaldas al templo y se postran hacia el sol naciente los que desprecian la pobreza, la humildad y la mortificación de los justos, y llaman felices a los que abundan en placeres y riquezas.
Jerusalén, que quiere decir pacífica, es el estado de vida nueva, o sea, de penitencia. Por eso dice Isaías: Mi pueblo habitará en hermosura de paz, en moradas seguras, en reposo opulento. Feliz estado donde se halla la hermosura de la conciencia tranquila, la confianza de vivir santamente, la opulencia de la caridad fraterna. Por eso, como la estrella trajo a los Magos hasta Jerusalén desde el Oriente, así la gracia de Dios atrae a los pecadores al estado de penitencia desde la vanidad del mundo, para que busquen al Rey que ha nacido, buscándolo le encuentren y encontrándolo le adoren. ¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido, el Rey de los que se confiesan, de los penitentes? Buscan al rey de los penitentes nacido dentro de ellos mismos, los que se proponen hacer penitencia. Nosotros, dicen, hemos visto en Oriente, es decir, en la vanidad del mundo, su estrella, es decir, hemos conocido su gracia, y así por Él hemos venido a adorarlo.