Pensaba en todo esto tras revisar esa obra maestra del séptimo arte llamada “El apartamento”, dirigida por Billy Wilder hace casi 60 años y con una vigencia que asusta. Y saltando de una idea a otra, me puse a reflexionar sobre los animales, porque nuestra rutina urbana los está relegando, paulatina e inexorablemente, al olvido.
El hecho es que si muchos de nosotros no salimos al campo los fines de semana, y dejando de lado a los perros, gatos y palomas, muy probablemente no veremos animales, salvo en el zoológico o en las reservas naturales. ¿Es esto un problema? A mi modo de ver, sí, un gran problema. Porque no fijarnos en los animales implica, en última instancia, no fijarnos en la naturaleza; y no fijarnos en la naturaleza supone prescindir de lo creado por Dios - hace miles de millones de años y todavía hoy, en 2019 -, es decir, prescindir de Dios mismo.
Tal vez estas afirmaciones suenen a exageración, aunque no estoy diciendo nada nuevo. San Francisco de Asís, fundador de la orden franciscana hace más de 800 años, que no escribió ningún texto oficial sobre mística ni disertó mucho sobre los “métodos” para llegar a Dios, dedicó su vida entera a la oración, acompañándola de ayunos mucha humildad y los animales, pues siempre consideró a éstos un ejemplo mayúsculo y evidente de la bondad, perfección y omnipotencia del Creador.
Nos han llegado algunos ecos sobre las eficaces predicaciones de San Francisco de Asís, como por ejemplo: “He visto hombres agrediendo a sus hermanos solo por ser de otro color y matando y devorando sin compasión a otras criaturas de Dios solo por verlas diferentes y creerlas inferior. He visto hombres encadenando y privando de su libertad a seres vivos solo para su goce y diversión. Y los domingos van a la Iglesia agradecidos, prometiéndole amor eterno a Dios y suplicándole para que se acaben las peleas, matanzas e injusticias para los más desprotegidos, cuando ellos mismos las desatan. Y yo me pregunto: ¿estarán ellos conscientes del pecado que cometen en prometer en vano fidelidad a Cristo cuando destruyen su naturaleza de la cual ellos mismos forman parte?”. Quizá valga la pena pensar, por unos instantes, sobre el verdadero valor y agradecimiento que otorgamos a esta naturaleza que nos ha sido regalada y que nos mantiene con vida.