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Generoso: cuarta invocación

Escritor

4. Oh generoso Santo, que acogiendo la divina inspiración, has consagrado tu vida al servicio de Dios y de los hermanos, haz que yo escuche siempre con docilidad su Palabra.

San Antonio escuchó la Palabra de Dios y la acogió dando un SÍ generoso y definitivo a la llamada a seguirlo en la vida consagrada. Desde la más tierna edad fue atento no sólo a escuchar al Señor sino también a poner en práctica cuanto le pedía. Es un ejemplo de una vocación acogida y vivida.

Escuchar es un arte y como todo arte necesita entrenamiento, educación. Lo mismo que en Música hablamos de "educar el oído" en la vida espiritual debemos educar el oído para identificar y acoger la Palabra de Dios entre tantos sonidos, ruidos y palabras que nos rodean.

La Palabra de Dios entra por el oído, pero sólo puede ser escuchada con el corazón, porque como dice el Señor al pueblo de Israel y a cada alma en particular: "... he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón" (Os 2, 14). Es necesario aprender a tomarle gusto al silencio. Dios habla en el silencio. Fernando el hijo de los nobles Martín y María, de la estirpe de Buillons, aprendió en su casa el arte de conversar con Dios. "… que no es otra cosa oración mental – a mi parecer -, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.” dice santa Teresa (Vida 8,5). y para "tratar" con una persona necesitamos saber escuchar.

Educado en una familia sinceramente cristiana y con la instrucción y el ejemplo de los canónigos de la vecina escuela catedralicia, aprende a orar, a hablar con Dios y, sobre todo, a escucharlo. Lo hace con seriedad, en modo tal que con quince años deja todo lo que le ofrece la juventud y su rango social para seguir a Cristo en la vida religiosa entre los canónigos regulares de la Santa Cruz, en el convento de San Vicente de Lisboa. En este centro de alta espiritualidad y cultura se vive según la regla de san Agustín, pero no con la radicalidad que desea Antonio por la cercanía de parientes y amigos, por lo que, dos años después, con firme resolución deja Lisboa y se traslada al convento de La Santa Cruz en Coímbra, donde, lejos de familiares y amigos puede dedicarse con mayor atención a intimar con el Señor por medio del estudio y de la oración.

En Coímbra continúa su camino vocacional hasta la ordenación sacerdotal en 1220. Allí conoce a los primeros frailes franciscanos que se asientan en "Los Olivares" cuyo ejemplo de radicalidad de vida pobre y austera y de entusiasmo misionero lo interpelan profundamente, pero sobre todo es ante los despojos mortales de los primeros frailes martirizados en Marruecos, que decide que su respuesta a la llamada inicial de su vocación debe vivirla con toda radicalidad y el martirio es la forma más perfecta para responder a un Dios que nos ha amado hasta el extremo. Por eso una vez más deja todo para decir un SÍ al Señor todavía más auténtico y radical.

El arte de escuchar es siempre una invitación a la libertad, a abandonar la rigidez para experimentar nuevos caminos dentro de la certeza del querer de Dios. Por eso escuchar es el camino que nos abre al don de la fe, pues como dice san Pablo, "la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo" (Rm, 10, 17).

Pidamos, sin cansarnos, al Señor la gracia de escuchar siempre su Palabra y ponerla en práctica como lo hizo Abraham, nuestro Padre en la fe, como lo hizo María, nuestra Madre Inmaculada, como, en fin nos enseña nuestro Santo con el ejemplo de su vida.