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Has escondido estas cosas a los sabios, y se las has revelado a la gente sencilla

En aquel tiempo, Jesús exclamó: 
- Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. 
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

Comentario Papa Francisco

Santa Teresa transitó el camino de la oración, que definió bellamente como un “tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama” (8,5). Cuando los tiempos son “recios”, son necesarios “amigos fuertes de Dios” para sostener a los flojos (Vida 15,5). Rezar no es una forma de huir, tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una amistad que tanto más crece cuanto más se trata al Señor, “amigo verdadero” y “compañero” fiel de viaje, con quien “todo se puede sufrir”, pues siempe “ayuda, da esfuerzo y nunca falta” (Vida 22,6). Para orar “no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho” (Moradas IV,1,7), en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrimos pacientemente (cf. Camino 26,3-4. Por muchos caminos puede Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es el “camino seguro” (Vida 21,5). Dejarla es perderse (cf. Vida 19,6). Estos consejos de la Santa son de perenne actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la oración, con determinación, sin detenerse, hasta el fin! Esto vale singularmente para todos los miembros de la vida consagrada. En una cultura de lo previsorio, vivan la fidelidad del “para siempre, siempre, siempre” (Vida 1,5); en un mundo sin esperanza, muestren la fecundidad de un corazón “enamorado” (Poesía 5); y en una sociedad con tantos ídolos, sean testigos de que “sólo Dios basta” (Poesía 9).