Lectura 1
El que me honra poseerá la vida eterna
Lectura del libro del Eclesiástico 24, 17-22.
Como vid hermosa retoñé:
mis flores y frutos son bellos y abundantes. Yo soy la madre del amor puro, del temor,
del conocimiento y de la esperanza santa. En mí está toda gracia de camino y de verdad,
en mí toda esperanza de vida y de virtud. Venid a mí, los que me amáis,
y saciaos de mis frutos; mi nombre es más dulce que la miel,
y mi herencia, mejor que los panales. El que me come tendrá más hambre,
el que me bebe tendrá más sed; el que me escucha no fracasará,
el que me pone en práctica no pecará; el que me honra poseerá la vida eterna.
Lectura 2
Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4,4-7
Hermanos:
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡Abba! Padre». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Salmo
Lc 1, 46-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55
R. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.
Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo.
Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón.
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Evangelio
La madre de Jesús conservaba todo esto en su corazón
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2,43-51.
En aquel tiempo: cuando se volvieron, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron pasmados, y le dijo su madre:
- Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
El les contestó:
-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.