La unidad de la Iglesia no es sólo algo deseable, sino esencial y claramente expresado por Nuestro Señor Jesucristo cuando la fundó diciendo: "tú eres Pedro y sobre esta piedra..." Por consiguiente, parece obvio que Lutero y quienes le siguieron se situaron fuera de la Iglesia y la Iglesia les espera como al hijo pródigo. Sólo desde la fortaleza de nuestra fe, podremos iluminar a los que están fuera y una cosa es evangelizar con amor a los discrepantes y otra negar la realidad de su alejamiento.
Ahora está de moda limar diferencias, ver iguales a los diferentes, ya sean católicos o no, ya sean practicantes o no, ya estén en gracia o no y engañarse con la fantasía de "todo el mundo es bueno". Cuando Jesús dijo: “En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre", no dijo que todos íbamos a estar en el mismo puesto. El misterio de las diferencias celestiales es insondable, pero algo tendrán que ver con lo que cada uno avance en el amor, en la imitación a Cristo, y, como nos ha recordado el Papa Francisco, utilizando las mismas palabras que Pio XII, “el pecado más grande de hoy es que los hombres han perdido el sentido del pecado”.
Raro es el día en que no leemos alguna noticia de algún personaje religioso "buenista", es decir con criterios personales sobre lo que es verdad y lo que es bueno, que desprecian la doctrina de la Iglesia en todo tipo de temas, incluso el aborto, y confunden el perdón a los pecadores con la disculpa del pecado. Parece obvio que los sacerdotes y religiosos en general, y más aún quienes tienen voto de obediencia al Papa, deben obedecer con humildad, pero entre la soberbia de unos y la tolerancia de otros, contribuyen a la pérdida del sentido del pecado.
Las tentaciones "buenistas" de confundir a Dios con el mundo, la Fe con lo exotérico, la Esperanza con el “café para todos” y la Caridad con la demagogia, pueden desviar a muchos del buen camino. Para un católico, la moral se fundamenta en la Palabra de Jesucristo, transmitida por la Iglesia. Obviamente, para quien no sea creyente, podremos hablar de ética, de derechos humanos y de solidaridad, pero es como comparar un sendero con una autopista.