Durante más de 17 años una guerra fratricida asoló su negra tierra. Su mayor tesoro, su diversidad cultural y la convivencia de las múltiples religiones que acoge, se convirtieron en su trágico destino[i] [ii].
Aunque no todos, la mayor parte de los maronitas son descendientes de los Fenicio-Kananí. El Canaán de la Biblia. Una de las primeras etnias que pobló el Líbano. En la actualidad no resulta sencillo encontrar rastros de su cultura. Otros, eran discípulos de san Marón. Llegaron del norte, de Siria, como consecuencia de las persecuciones, primero, de los monofisitas; en el año 517; acabaron con 350 maronitas, reconocidos mártires por el Papa san Hormisdas[iii], como “Mártires discípulos de san Marón”. Más tarde, las que se produjeron en tiempos de la conquista islámica por Jaled, hacia el siglo VII.
Muchos de los sirios, al enterarse que había cristianos por aquellas latitudes se instalaron junto a ellos, en las alturas de la cordillera del Líbano. Algunos, todavía residen en dicho entorno. Durante trece siglos, la sangre maronita, regó, generosa, la tierra de su nuevo solar hasta hacerla suya.
El cielo está totalmente azul. Caminamos por el paseo marítimo hacia el norte, en paralelo al mar. La tarde ha comenzado a caer. Antes de llegar a Jounieh, volvemos nuestra mirada hacia el monte. En su cumbre, aparece la blanca imagen de la Virgen del Líbano. La Inmaculada mira hacia nosotros, como si quisiera protegernos. Al otro lado de la cordillera del Líbano, el valle de la Bekaa, abre un largo camino que se extiende de norte a sur. Es la separación de las dos cordilleras que forman el país[iv].
En el siglo XIX, Jounieh[v], una pequeña ciudad portuaria a la que llegaban los navíos franceses, se encontraba a doce kilómetros de Beirut. Hoy, las construcciones han crecido hacia uno y otro lado y resulta muy difícil saber dónde se encuentra la línea de separación de ambas aglomeraciones.
Vamos al santuario. Decidimos subir por la carretera. Las carreteras en Líbano son antiguos y sinuosos caminos que escalan las montañas. Poco a poco han ido ganando anchura, aunque no mucha, pero mantienen su antiguo trazado. A cada revuelta, la ciudad se nos aparece abajo, a nuestras espaldas. La cumbre, enfrente, se nos muestra como una meta lejana. Construcciones de todo tipo jalonan la ruta. Estamos subiendo el monte Harissa. Nuestro destino es un lugar llamado: La Roca.
El 8 de diciembre de 1854, Pío IX, proclamó, ante el mundo, el dogma de la Inmaculada Concepción. Cincuenta años más tarde, el patriarca Hoyek y el arzobispo Duval, anunciaron la construcción del nuevo santuario consagrado a la Virgen María. Llevaría el nombre de Nuestra Señora del Líbano. La estatua se realizó en Francia y es de bronce. Se halla instalada sobre una base de piedra natural en la que se ha abierto una recoleta iglesia. En 1997, el Papa, Juan Pablo I, lo visitó.
El monumento se inauguró el primer domingo de mayo de 1908. Actualmente, se ha convertido en el lugar de peregrinación católica de Oriente. Una moderna cruz y una futurista basílica, lo completan.
Los maronitas siguen fieles a su fe. En 1515, el Papa León X[vi], les definió, como “rosas entre espinos de roca solidísima contra la que rompen las furias de la infidelidad y de las herejías.” San Pío X, afirmó: “Amamos a todos los cristianos de Oriente, pero los maronitas ocupan un lugar especial en nuestro corazón…”
A partir del siglo XVI y hasta el final de la I Guerra Mundial, Líbano perteneció al Imperio Otomano. En la contienda, los maronitas se posicionaron a favor de Europa Occidental. En 1918, Francia y Gran Bretaña decidieron expandirse en Oriente Medio. En Líbano, Gran Bretaña se alineó con las teorías de los drusos mientras Francia lo hacía con las de los maronitas. Las pugnas renacieron hasta que, ambas potencias, llegaron a un acuerdo. En el fondo de la cuestión estaban, por un lado, las promesas de los británicos a Feisal[vii], por otro, la declaración de Balfour, en noviembre de 1917, de constituir una nación judía. En 1943, Francia dio la independencia al Líbano.
Desde la plaza del monumento, siempre llena de peregrinos, se contempla una magnífica panorámica de Jounieh, de Beirut y del Mediterráneo. La tarde, en pleno ocaso, se ha hecho misteriosa. Un pudoroso velo de niebla convierte el paisaje en un grupo de indefinidas sombras. A lo lejos, sobre el horizonte, el disco rojo del sol pugna, inútilmente, por emerger.
[i] Maronitas, chiitas, drusos, griegos ortodoxos, armenios ortodoxos, protestantes, armenios católicos, sirios, sirios ortodoxos, ismaelitas, alauitas, conviven en su solar.
[ii] La Constitución del Líbano, previene que el presidente de la República, será maronita, el del Gobierno, sunita y el del Parlamento, chiita.
[iii] Ejerció el Pontificado entre el 514 y el 523.