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Las florecillas de San Antonio

El hecho de que podamos disfrutar esta colección de milagros, debemos agradecérselo al franciscano Arnaldo de Serranno, que pasó a mejor vida alrededor de 1374. Era una de las personalidades más significativas de su región, Aquitania, debido a su profunda espiritualidad, destacada cultura sacra, y su buen sentido práctico. Por lo que no hay que sorprenderse si alrededor de 1361 fue elegido superior de los franciscanos de esta vasta zona y confirmado nuevamente en el cargo hasta el fin de sus días. La fama de sus dotes diplomáticas llegó tan lejos que el Papa le encargó una misión de reforma y pacificación

en tierras de España.

Gracias a su fuerte sentido de pertenencia a la Orden, se vino desarrollando en él una providencial afición: reunir en una amplia compilación todo aquello tocante a san Francisco, así como a personajes y acontecimientos relativos al movimiento que fundó, mismos que Arnaldo iba encontrando poco a poco en sus lecturas (libros edificantes, tratados de espiritualidad, crónicas, procesos canónicos, etc.) o en conversaciones. Sus compromisos de gobierno lo llevaron a Asís, Nápoles, Florencia, Estrasburgo, Lyon, España, donde los frailes tenían grandes conventos, bibliotecas bien provistas y estudiosos de valía.

El Libro de los milagros de san Antonio forma parte integral de la preciosa y densa colección intitulada Crónica de los XXIV Generales (se trata de los superiores generales de la Orden de san Francisco). Consta de 66 episodios, a los se añadió un apéndice que comprende otros 14 relatos de prodigios. La obra quedó sin terminar y no estaba bien ordenada, debido a la repentina muerte del autor, y si bien él mismo no la publicó, tuvo igualmente mucha difusión. Gozó de gran fortuna en el campo hagiográfico devocional e incidió notablemente sobre las representaciones figurativas inspiradas en el santo de Padua.

No olvide el lector que está ante una sensibilidad humana y religiosa muy distante de la

nuestra, y en algunos casos inconciliable. Si bien los tiempos y la cultura hayan cambiado tanto, el libro conserva todavía la fascinación de la poesía y de la verdad, un poco como lo que sucede con las Florecillas de san Francisco de Asís.

De la introducción del padre Virgilio

Gamboso, franciscano conventual, gran

conocedor y estudioso del santo, a las

“Florecillas de san Antonio”.