La segunda invocación
“Oh, sabio san Antonio, que con tu doctrina has sido luz para la santa Iglesia y para el mundo, ilumina mi inteligencia abriéndola a la divina verdad.”
La segunda invocación de la Trecena, llama "sabio", a San Antonio. No es un elogio vano. Nuestro Santo fue revestido en modo particular con el don de la sabiduría.
El don de sabiduría es un conocimiento sabroso de Dios, no es el conocimiento puro y racional que nos da la ciencia, sino que nos da la posibilidad de conocer las cosas de Dios, gustándolas, penetrándolas con amor, y a la vez ver las cosas "con los ojos de Dios".
La sabiduría, al igual que los otros dones del Espíritu Santo, acompaña la gracia santificadora y vuelve bien dispuesta una persona para recibir la inspiración y los movimientos del Espíritu Santo, además de completar y perfeccionar las virtudes de quien las recibe. La característica específica de la sabiduría es la de hacer sensible el alma al Espíritu Santo en la contemplación de las cosas divinas y en el uso de las ideas de Dios, en el juzgar tanto lo creado como lo divino. Ésta produce un temor filial de Dios, además de una paz acogedora en el corazón del hombre. (G. D. Gastón).
San Antonio no fue un siervo perezoso que escondió los talentos recibidos, sino que como siervo diligente y fiel se empeñó en hacer fructificar el don recibido y así fue, y sigue siendo, luz para la Iglesia y para el mundo.
El Papa Gregorio IX, en la canonización, el 30 de mayo de 1232, lo invoca: Oh, Doctor óptimo, luz de la santa Iglesia, bienaventurado Antonio, amante de la ley divina... aunque si no fue hasta 1946, que el Venerable Pío XII, condecoró a nuestro Santo, oficialmente, con el título de Doctor evangélico.
Pidamos siempre a nuestro querido Santo que Ilumine nuestra inteligencia abriéndola a la verdad divina.
La tercera invocación
“Oh piadoso Santo, que vienes en auxilio de cuantos te invocan con confianza, socórreme también a mí y a mis seres queridos en las necesidades presentes.”
San Antonio es sin duda uno de los santos más populares, si no es en absoluto el "más", del mundo y de la historia, y precisamente por la premura con que acoge las oraciones de sus devotos e intercede ante Dios con grande eficacia. Es el gran taumaturgo, por eso es llamado el Santo de los milagros. Los milagros son siempre la respuesta de Dios a la fe del orante. Aquí se unen la fe de nuestro Santo, inamovible como una roca y la fe confiada de los devotos que acuden a él con la certeza de ser escuchado porque es piadoso y compasivo.
La asistencia de San Antonio se hace presente en cada momento de la vida, en cada circunstancia. Basta dar una mirada a la fila siempre en movimiento de los peregrinos que silenciosamente van pasando ante Su tumba, o leer los innumerables billetes de peticiones o de agradecimiento o la cantidad incontable y siempre creciente de exvotos por una gracia recibida. San Antonio es el santo invocado con confianza por sus devotos para obtener la salud, para encontrar un trabajo digno, para resolver un problema, para hacer un buen matrimonio e inclusive, para encontrar las llaves o las gafas que no recordamos dónde las dejamos o ... un documento importante.