A ellos, en consecuencia, quisiera dedicarlo con mi afecto más sincero y reconociendo la predilección con que cuentan a los ojos de Dios, que les llama a ser escolanos como una vocación a servirle con el canto de sus voces y como monaguillos en el altar.
En la Sagrada Escritura
En algunos pasajes de la Sagrada Escritura se observa una protección especial de los ángeles de Dios sobre los niños. En el Antiguo Testamento podemos encontrar ciertos datos significativos referidos a los dos hijos de Abrahán: Ismael, el hijo de la egipcia Agar, e Isaac, hijo de Sara. Cuando el primero iba a morir de sed en el desierto, Dios escuchó su voz y envió a su ángel para consolar a la madre y salvar al niño, prometiéndole ser el origen de un gran pueblo (Gén 21,17-19). En cuanto a Isaac, es bien conocido y hermoso el pasaje de su sacrificio por parte de Abrahán: Dios probó la fe de éste e impidió finalmente, por medio de su ángel, que diera muerte al niño, haciendo que ofreciera un carnero en su lugar y prometiéndole también sus bendiciones y multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo y la arena de la playa (Gén 22,11-18).
Tal vez haya que destacar de un modo especial ciertos hechos relacionados con el profeta Daniel, más bien ya en edad adolescente o de muy primera juventud: en el bello relato de Susana y los viejos se le denomina “un joven muchacho” o “un muchacho” (Dan 13,45). No obstante, hay que advertir que en la Biblia se llama así a veces a jóvenes de más de veinte años, pero en el caso de Daniel parece tratarse ciertamente de un adolescente. La protección de los ángeles santos se observa, por ejemplo, cuando fue arrojado al foso de los leones: Dios envió, entonces, a su ángel para cerrar la boca de estas fieras y que no le hicieran daño (Dan 6,22/23); al final del libro nuevamente lo custodiará en el foso (Dan 14,34-42). Ya previamente se narra la protección del ángel del Señor a favor de los tres muchachos compañeros de Daniel, esto es, Sidrac, Misac y Abdénago, cuando fueron lanzados al horno encendido (Dan 3,49-50.92/25.95/28). También un ángel (que en ocasiones se ha identificado con San Gabriel), revela a Daniel hechos importantes en relación con los ángeles de los pueblos (Dan 10).
Infancia espiritual
Sin embargo, la referencia más explícita de la Sagrada Escritura a la relación de los ángeles y los niños es sin duda de Nuestro Señor Jesucristo: “Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial” (Mt 18,10). La predilección de Jesús hacia los niños se manifiesta en varios pasajes de los Evangelios, donde los pone por modelo para lo que luego se ha llamado “infancia espiritual”, es decir, la sencillez, la inocencia y la pureza frente al pecado, y les expresa todo su cariño (Mt 18,2-6; 19,13-15; Mc 9,36-37; 10,13-16; Lc 9,47-48). Jesús advierte seriamente de la gravedad de ocasionar escándalo, sobre todo hacia los que Él denomina “pequeños” o “pequeñuelos”, entre los que se incluyen directamente los propios niños a los que propone como modelo para ellos. Es más, relaciona el daño de escandalizarles con el hecho de que sus ángeles están viendo continuamente el rostro del Padre celestial. De ahí la gravedad de ocasionar daño moral a los niños, robándoles la inocencia, algo muy habitual en nuestra sociedad contemporánea e incluso desde instancias estatales. Y de ahí también la gravedad tremenda si es un sacerdote o un religioso quien les causa un daño así, como ha señalado Benedicto XVI en varias ocasiones.