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Magisterio social de Pío XI

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En ella defendía la “promoción obrera” y la búsqueda del bien común, condenaba el liberalismo y el socialismo y reconocía las asociaciones sindicales obreras separadas, sostenidas y respetadas por el Estado, a las que denominaba “corporaciones”, como órganos de poder y que proporcionasen ventajas profesionales a sus miembros. Sin perfiles del todo precisos, se dibujaba la idea de un Estado en el que los “cuerpos intermedios” tengan vida propia. El Papa introduce el concepto de “justicia social” sobre la base de la justicia conmutativa y distributiva. Con la situación de fondo de la gran crisis financiera y económica mundial de 1929, es muy significativa su condena de la práctica capitalista brutal que acaba en “una descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos” y en el “dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y señorean sobre el crédito”; “esta acumulación de poder y de recursos, nota casi característica de la economía contemporánea, es el fruto natural de la ilimitada libertad de los competidores, de la que han sobrevivido solo los más poderosos, lo que con más frecuencia es tanto como decir los más violentos y los más desprovistos de conciencia” (nn. 105-107). Estas condenas, otras semejantes y las de lo que denomina el “imperialismo internacional del dinero” (n. 109), resultan sin duda de una actualidad asombrosa en nuestros días.

Es obligado además destacar la encíclica de Pío XI Quas primas (1925), sobre el Reinado de Jesucristo. En ella afirma que su Reino es principalmente espiritual, sobre las realidades del espíritu, frente al mesianismo terrenal en que esperaban los judíos e incluso los Apóstoles. Pero a la vez, señala también el Papa, “incurriría en un grave error el que negase a la humanidad de Cristo el poder real sobre todas y cada una de las realidades sociales y políticas del hombre, ya que Cristo como hombre ha recibido de su Padre un derecho absoluto sobre toda la creación, de tal manera que toda ella está sometida a su voluntad” (n. 15). Decía también el Papa que “si ahora ordenamos a todos los católicos del mundo el culto universal de Cristo Rey, remediaremos las necesidades de la época actual y ofreceremos una eficaz medicina para la enfermedad que en nuestra época aqueja a la humanidad. Calificamos como enfermedad de nuestra época el llamado laicismo, sus errores y sus criminales propósitos” (n. 23).

Condena del comunismo y del nazismo por Pío XI

De Pío XI hay que resaltar igualmente su condena del socialismo y del comunismo marxistas (cita explícitamente a Marx en el n. 9) en esta misma encíclica, así como en otros documentos de gran relevancia, especialmente la encíclica Divini Redemptoris sobre el comunismo ateo (1937), donde vinculó abiertamente varias veces esta doctrina a un origen satánico (nn. 2, 7, 17 y 83). Criticó sobre todo el ateísmo, el materialismo dialéctico e histórico y la destrucción de  la persona humana, de la familia y de la verdadera sociedad, y tenía presente lo que estaba llevando a cabo de forma horrorosa en Rusia, México y España. También emitió otros documentos expresos para la situación de estas dos naciones.

A Pío XI se debe igualmente la encíclica Mit brennender Sorge (1937), en la que condenaba el nacionalsocialismo alemán, tanto en sus errores acerca de Dios y de Jesucristo y la Iglesia (panteísmo, naturalismo, negación o reducción del Antiguo Testamento para negar la realidad teológica del pueblo de Israel, intento de crear una Iglesia nacional alemana sin vinculación con el Papa, etc.), como en sus errores morales y jurídicos (racismo, negación del Derecho Natural, absorción de la educación de la juventud por el Estado, etc). La encíclica logró traspasar las fronteras del III Reich sin que la policía secreta de éste (la Gestapo) llegara a tener conocimiento del hecho, y a continuación se leyó en todas las iglesias de Alemania, lo cual provocó una ola de persecución contra la Iglesia Católica. En gran medida, Mit brennender Sorge se debió a la inspiración del cardenal Pacelli, futuro Pío XII, que como nuncio pontificio en Alemania conocía muy de cerca la realidad del nacionalsocialismo. Tampoco hay que olvidar la condena de algunas importantes obras de esta ideología por el Santo Oficio por iniciativa del mencionado cardenal, en especial El mito del siglo XX de Alfred Rosenberg.