Soy monja de clausura. Estaba encargada de abrir y cerrar el portón de entrada que tenemos en la huerta. Cogí las llaves de la clausura para abrir a quien había llamado, después de un rato no sabía dónde las había puesto.
Estuve ese día buscándolas en un sitio y en otro, pero sin poder encontrarlas. En la celda registré todo, miré debajo de la cama. Todo sin hallarlas. Ya, cansada, lo dejé.
Por la noche, después de salir de Completas, le dije a San Antonio: “Padre mío, San Antonio, ¿me puedes decir dónde he dejado las llaves?”. Al entrar en la celda (había ido allí varias veces a buscarlas sin resultado), tropecé con ellas. En ese momento, me arrodillé, y le di gracias de todo corazón. Con mi agradecimiento…, cuenten con la oración y el afecto de esta hermana. Monasterio “Madre de Dios”, Olmedo, Valladolid. Sor Angélica de la Pastora.