Sobre una mesa recubierta con un mantel de color crema, estas joviales hermanas han colocado una hornacina con la imagen de la Virgen. Una hermosa jarra de cristal, con agua, les sirve de jarrón para las flores frescas que recogerán cada día. La emoción les lleva a encender el candelabro, en medio de los preparativos. Sentada en el suelo, una de ellas conversa distraída con su hermana mientras enlazan unas flores con otras, formando las guirnaldas que las otras aplicarán sobre la pared levantando el pequeño santuario. Se adivina el don artístico de la pequeña que nos da la espalda para colocar las flores en el altar. Su postura, la delicadeza de su movimiento…Todas ellas lucen unos graciosos vestidos sueltos de tonos suaves, azules o rosados, con discretas pintas de florecillas y mangas abullonadas, proporcionándoles una figura esbelta y armoniosa. Su calzado, de estilo bailarina con hebilla, es propio para unas niñas: femenino. Al fondo, junto a la ventana, la abuela asiste a la “fiesta” haciendo punto y escuchando las ocurrencias del pequeño. Estos entretenidos “juegos” de niños calarán en sus corazones como el agua de mayo sobre los campos, empapándolos del buen aroma de las tradiciones cristianas. Y de mayores, lo recordarán con añoranza y tratarán de reproducirlo en sus nuevos hogares, aunque sea de forma más sencilla, al son de la infantil y dulce melodía “...con flores a María que madre nuestra es”.
Felipe Barandiarán
Joan Brull Vinyoles nació en Barcelona en 1863. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona (Lonja) entre 1874 y 1880, donde fue discípulo del pintor realista Simón Gómez. Continuó su formación en Madrid junto al pintor y decorador Ramón Padró. Más tarde pudo proseguir sus estudios en París gracias a la pensión otorgada por su amigo Antoni Garriga. Allí vivió durante cinco años aproximadamente, y tuvo a Raphaël Collin como profesor; con él se introdujo en el mundo del simbolismo y del idealismo. Sus primeras obras recogen temas de la historia de España: Colón en Salamanca o La tonsura del rey Wamba que expuso en 1894 en la Sala Parés, y temas costumbristas protagonizados por personajes del campo, en interiores domésticos, como este del “Mes de María”. A finales de 1896 se casó en Barcelona con Francisca Tubert y Mons. Se relacionó con diversos grupos intelectuales de la época, como el de Els Quatre Gats, o Real Círculo Artístico. También hizo amistad con Ramón Casas y Santiago Rusiñol. Es uno de los máximos representantes del simbolismo catalán.
También trabajó en el semanario Joventut (1900-1906) como crítico de arte; sus escritos le proporcionaron muchas enemistades, ya que atacaba indistintamente tanto a los artistas mayores como a los jóvenes. Resultaba, con la pluma,totalmente opuesto a lo que era con el pincel. Si su pintura se hallaba llena de suavidad y ternura, su crítica era áspera e intransigente.