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No podéis servir a Dios y al dinero

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
[Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. 
Entonces lo llamó y le dijo: 
- ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. 
El administrador se puso a echar sus cálculos: 
- ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. 
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero: 
- ¿Cuánto debes a mi amo? 
Éste respondió: 
- Cien barriles de aceite. 
Él le dijo: 
- Aquí está tu recibo: aprisa, siéntate y escribe «cincuenta». 
Luego dijo a otro: 
- Y tú, ¿cuánto debes? 
Él contestó: 
- Cien fanegas de trigo. 
Le dijo: 
- Aquí está tu recibo: escribe «ochenta». 
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. 
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.] 
El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. 
Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, lo vuestro ¿quién os lo dará? 
Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

Comentario Papa Francisco

(No podeís servir a Dios y al dinero). Miremos a nuestro alrededor. ¡Cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que nadie puede llevárselo consigo, lo debe dejar. Amor al dinero, al poder, la corrupción, las divisiones… Y también nuestros pecados personales. Y Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección.

Este es el bien que Jesús nos hace a todos en el trono de la cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría de ser salvados