Satanás y sus demonios emprenden una guerra abierta y total contra Jesús desde los prolegómenos de su vida pública. Era algo ya anunciado en el “Protoevangelio” del Génesis: “establezco hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia” (Gen 3,14).
En este pasaje se descubren con claridad algunas de sus características, tales como la envidia que tiene al hombre y la capacidad de tentarle para apartarle de los caminos de Dios, suscitando la rebeldía contra Él a partir de un deseo de ser como Él. En la tentación de la soberbia, del “seréis como Dios” (Gén 3,4), el demonio revela su propio pecado y su propia frustración: ha querido igualarse a Dios y no lo ha conseguido. Más adelante, el libro de la Sabiduría resumirá la creación del hombre y el pecado original del siguiente modo: “Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo imagen de su propio ser; mas por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los de su bando” (Sab 2,23-24).
En el libro de Job aparece Satán o “el Satán”, mencionado como uno de “los hijos de Elohim” (“hijos de Dios”), alusión ésta que se refiere a los ángeles (Job 1,6; 2,1). Yahveh le pregunta de dónde viene, a lo cual responde: “De dar unas vueltas por la tierra y pasear por ella” (Job 1,7; 2,2). A continuación, le permitirá poner a prueba la fe de Job ocasionándole severos daños. En todo esto, por tanto, se ve a Satán o Satanás como un ser espiritual con potestad sobre el mundo y con capacidad de tentar al hombre; se descubre también la envidia que tiene al ser humano, en especial a los justos y temerosos de Dios como Job. Pero también se observa que tiene limitado su poder por Dios, que es su Creador, y no puede provocar la tentación si Él no le deja hacerlo.
Adversario y acusador del pueblo de Dios
Otro texto significativo nos lo ofrece el profeta Zacarías, cuando aparece “el Satán” como adversario y acusador del hombre y del pueblo de Dios, y aquí especialmente del sumo sacerdote Josué (Zac 3,1-2).
Muy importante es tener en cuenta que el Antiguo Testamento habla en bastantes ocasiones no sólo de Satán como si fuera el único ser espiritual enemigo del hombre, sino que refleja en varios textos que existen otros muchos, algunos de los cuales se identifican en mayor o menor medida con dioses, espíritus y genios de ciertos pueblos del Próximo Oriente antiguo. Se trata de los que llamamos “demonios”, y por este término se vierte con frecuencia en las traducciones. Es el caso de los sedim, de origen babilónico, destinatarios de los sacrificios humanos de niños que la Biblia siempre reprueba: “a demonios, sin ser dioses ni conocidos, inmolan” (Dt 32,17); “a los demonios sus hijos e hijas sacrificaban, sangre inocente vertieron de hijos e hijas amados” (Sal 105/106,37-38). También es el caso de los seirim o demonios simbolizados como sátiros o machos cabríos, con los que se prostituyen los idólatras y que frecuentan después las ruinas de Babilonia y de Edom (Lev 17,7; 2Re 23,8; 2 Cro 11,15; Is 13,21; 31,14). Téngase en cuenta el culto satánico que en tiempos posteriores se dará en los aquelarres de brujas a la imagen del demonio como macho cabrío o “gran cabrón”. También se habla del “espíritu del mal”, “un espíritu del mal” o “espíritus malos” en otros pasajes (así, 1 Re 22,21-22 y 2 Cro 18,20-22, donde se les descubre como mentirosos), y de los “espíritus malos” que siembran la discordia (Jue 9,23; 1S 16,14-16.23; 18,10; 19,9; actúan mucho, por ejemplo, sobre el rey Saúl). Hay que notar que, al referirse a “un espíritu del mal” o “un espíritu mendaz”, implícitamente se da a entender que hay más.
Por otra parte, debemos incidir asimismo en algunos demonios cuyos nombres singulares se dan, como Azazel, al cual tocará un macho cabrío echado a suertes por Aarón y que será enviado al desierto (Lev 16,8.10.26), o Asmodeo, el causante de todos los males en el relato de Tobías, calificado como “el demonio malo”, “el malvado demonio” o “el peor de los demonios”, que hizo morir a los siete primeros maridos de Sara (Tob 3,8.17; 6,14-15; 8,1-5). Destaca además la mención de Isaías a Lilit (Is 34,14), demonio de carácter femenino de la noche, lamia o espectro nocturno que ya existía en la mitología mesopotámica y a quien se rinde culto en el satanismo actual con aspecto de mujer sensual.