en el que predominan las pasiones de melena al viento y los sueños engañosos sin límite ni cortapisas, quería hacer todo lo posible para que su unión no resultase, con el tiempo, dañada, sino que juntos condujesen el timón de su barco (su hogar) por apacibles mares.
Esteban, el padre del novio, le veía preocupado. Un día le habló de este modo: - Hijo, te quiero explicar una experiencia del tiempo en que nos casamos tu madre y yo. Tú sabes que hemos sido felices, o por lo menos bien avenidos y fieles. - Sí, lo sé. Os admiro. La madre, y esposa de Esteban, estaba escuchando y viendo con una dulce sonrisa en sus labios. - Bien, prosiguió Esteban, te contaré lo de “El juego de las libretas”. - Venga, explica. - Verás…
El padre le explicó. Cuando él y Consuelo se casaron, tras una inteligente conversación, decidieron lo siguiente: cada uno de ellos adquirió una bonita libreta. Cada uno escondió en un cajoncillo del escritorio –que era para ambos– su libreta. Cada cual tenía su llave, con la firme promesa de que ninguno espiaría en la libreta del otro. Y allí escribían sus sentimientos, y sobre todo, lo que encontraban estupendo en el proceder del otro y... la queja, formulada con delicadeza, de aquel o el otro detalle que no les había gustado o les había llegado a doler. Naturalmente, sin asperezas ni reacciones exageradas. Dos veces al año, en verano y en invierno, se intercambiaban las libretas y a solas en el rincón preferido de su casa, cada cual lo leía y tomaba nota de ello.
Así llegaron a conocerse casi hasta sentir que los dos formaban uno. Ycada cual rectificaba en lo posible.
Entretanto, César vino al mundo. Y ya tenía cinco años cuando un día, al abrir las libretas y leer las notas,cada cual se encontró con la sorpresa de no leer queja alguna, si no que la libreta de Consuelo decía más o menos: “todo lo relativo al trato de Esteban es encantador y noble, no tengo queja alguna” y la de Esteban comentaba: “Consuelo es encantadora, la entiendo y mi alma se funde con la suya”.
¡Qué sorpresa para cada uno de ellos!
Ya se dejaron de libretas, vivían muy felices, y alguna vez, en broma, ante cualquier discusión surgida, decía Consuelo: “cuidado, que volveré a escribir la libreta!... y acababan riendo. Todo eso impresionó a César y decidió consultar con su novia sobre si hacían o no lo de “el juego de las libretas”.
Los padres de Raquel
El caso de los padres de Raquel, Sebastián y Amparo, había sido diferente. El primer marido de Amparo murió joven. Se habían
querido mucho y habían vivido en paz y felicidad. Luego de unos años, ella se volvió a casar. Su unión no fue infeliz, pero tuvo
sus problemas a veces. Nada importante, también vivieron en paz y no dieron mal ejemplo a sus hijas.
Raquel acogió muy bien el asunto de las libretas. - ¡Vale! Así nos conoceremos mejor – aplaudió.
Se casaron con gran ilusión y comenzaron a cumplir con el juego de las libretas, para irse conociendo mejor, siempre teniendo cuidado al expresar su emociones.
Y así siguieron mientras nacían sus hijos Marta y Gabriel, muy hermosos y llenos de cariño, el que se respiraba en su hogar por todos los rincones.
Y con las lecturas semestrales de las notas del otro, sus almas se iban conociendo mejor en su manera de sentir, se iban fundiendo.
Cuántas veces no somos lo suficientemente sutiles al manifestarnos en algún detalle respecto a nuestros familiares, o nosotros acogemos mal cualquier comentario dicho sin mala intención y ahí se van creando vacíos que quedan en el subconsciente. Pero estas libretas –siempre respetuosas– abrían los ojos de esos esposos.
Por otra parte, casi siempre en RELATOS esos escritos, de un modo u otro, ellos dos mencionaban a Dios ya que ambos eran cristianos, creían en la Familia y procuraban mantenerla sana en el fondo y en la forma. Y no dejaban de aclamar a Dios para que les mantuviera unidos y en un hogar puro.
Pasado un tiempo prudencial
Por fin, aquel año al abrir la libreta del otro, cada uno (de nuevo casualmente) había decidido terminar con ese juego, que ya había dado sus frutos. Frutos de comprensión, de respeto, de afinidad profunda, de fusión de dos corazones y de dos “timoneles” guiando su nave.
Y en la última página de la tal libreta, Raquel se expresaba así: “Cariño ¿y si dejásemos las libretas? Ya estamos generosamente unidos para siempre y salvando posibles tormentas, no tengo quejas de ti y admiro tus buenos sentimientos”.
Y en su libreta, César se expresaba con una especie de profecía: “Creo que ya no nos hace falta seguir estudiándonos el uno al otro, que esta familia seguirá su ruta de paz, concordia y profundo amor. Si te parece, esposa, dejamos ya este juego”.
Después de esta lectura, se reunieron en la sala y se dieron un sentido y emotivo abrazo, que fue como la fusión de dos mundos formando uno, bajo la protección del Cielo.