en el cual existían dos pueblos totalmente opuestos: el pueblo de los malos y el pueblo de los buenos.
¡Qué felices los seres que nacían en el pueblo de los buenos! Sabían vivir una vida serena, sana, llena de perfecciones y virtudes, en amor, en paz, de mentes lúcidas, pensamientos puros, amores santos y búsqueda de Dios y sus misterios.
Y así, con sus creencias, muy felices y contentos.
Pero estaba también el pueblo de los malos, donde se habían propagado todos los vicios y malas costumbres, la desvergüenza, la malicia, donde abundaban las personas que obraban el mal, que vivían hundidos en la más mísera interpretación de la vida y caían en lo más abyecto y sórdido y en las más atroces violencias. Era una mala vida para todos, un horror.
Nacer ahí era fatalidad o … acaso cosa de almas que por algún secreto no desvelado, no merecían habitar en el pueblo de los buenos. Era un misterio desentrañable para la pequeña mente humana.
Y ahí estaba el alma que llamaremos “x”, a punto de nacer, flotando por el espacio, consciente de que era esperada por unos padres, unos “papa” y “mama”… ¿serían buenos?
Y a su debido tiempo… nació….
Finalmente ese alma limpia, nueva, recién creada, se vio en un lugar nuevo –la estancia adecuada– acogido por una mamá que le mecía con inmenso cariño. Cuando el alma nueva vio el rostro de su mamá, supo que era una mamá buena que la amaba profundamente y que le enseñaría todas las cosas buenas.
En el rostro de la mamá vislumbraba todas las virtudes. Ese alma tierna se sintió tranquila, no podía traducir en palabras y conceptos concretos lo sucedido, pero intuitivamente, sintió el manto protector de la Paz y la Bondad y confió. Y sintió gran alegría. Estaba en un lugar tranquilizador, junto a una madre buena que le acariciaba y también junto a un padre generoso que a veces le daba un beso (a la niña, porque era niña) mientras murmuraba –embobado– “qué bonita”
Afortunadamente, la niña había nacido en el pueblo de los buenos.
Todos o casi todos tenemos o hemos tenido una madre buena y amorosa.
Pero es como preguntarse, que ese es el tema:
¿Dónde estará ese maravilloso pueblo de los buenos?
¡Quién lo supiera! Algún Misterio lo tiene escondido…
El Pueblo de los malos
Mientras tanto en el pueblo de los malos proliferaban los desmanes, crímenes, violencias, guerras, pasiones, vicios de la carne (dejando el alma menoscabada gravemente), todo era suciedad, los feos y groseros pensamientos flotaban por el aire como nubarrones infectos que sugerían bajezas, el egoísmo imperaba, cada cual estaba sólo frente a los demás, nadie quería saber algo de Dios, si acaso le temerían pero no le iban a amar jamás.
¡Oh, Dios, cómo socorrerles si no se dejaban…!
Entretanto
Flotaban almas nuevas por el éter. Iban a nacer, ¿tendrían la pureza suficiente para ser enviados al pueblo de los buenos? Sólo Dios lo sabía. Ojalá vayan todas a parar a la bondad, a la vida santa en paz y al proliferar, ellos vayan creando más pueblos de buenos, llenos de bondades, que luego invadan con su valor y sabiduría el pueblo malo y contagien salud del alma.
En el mundo en que actualmente vivimos nosotros, hay varios “pueblos” a la vez, vivimos en una “olla de grillos” en la que en principio no sabemos como es aquel paseante de allí o el que vive en la esquina, cada ser es un misterio, puede ser bueno, malo, regular, cambiante, creyente, contrario a la creencia, violento, sucio, limpio, pacífico… o tal vez cambiar de vida o bien cambiar a mal, según derive su nave y qué travesía elija, según tenga voluntad y valor o se deje arrastrar como hoja al viento.
Es preciso agarrarse fuertemente al timón de cada barco y saber elegir la travesía, conocer el empuje de los vientos, colocar bien las velas, orientarse, buscar el norte de cada vida, colocarse la coraza, hacer siempre examen de conciencia, ayudar también a los que han perdido el rumbo, socorrer a los náufragos de la vida, compadecerse pero no parecerse a ellos y orar y meditar constantemente.
Para que todos los pueblos sean de buenos, los malos se conviertan y en todas las familias los papás y las mamás reflejen la bondad en sus semblantes y cultiven en casa la planta del buen amor…