Así escribió el Marqués de Castiglione y conde de Tanasentena, padre del joven Luis Gonzaga, al General de la Compañía de Jesús, Padre Claudio Aquaviva, al ingresar nuestro joven en el noviciado de San Andrés de Roma.
Luis fue el mayor de los ocho hijos nacidos del matrimonio Ferrante Gonzaga. Las armas le gustaban mucho, en una ocasión se quemó su rostro al dispararse un cañón y él encontrarse muy cerca.
El Sr. Marqués para quitarle de la cabeza la vida piadosa que llevaba, le envió a Florencia con su hermano Rodolfo para que pudiera ser atraído por la vida fastuosa que llevaban los Médicis. Aquí fue donde Luis hizo su voto de castidad para siempre al Señor en la Iglesia de los Servitas.
llamaba “el ángel de Castiglione”, “el lirio de Italia” o “el ángel con cuerpo o cuerpo hecho de ángel”.
Era el heredero del Principado de Mantua y Príncipe del Sacro Imperio. Con su virtud extraordinaria dejó atónitas a las cortes de Madrid, Florencia, Pavía, Mantua... y solía repetir: ¿"Qué es todo esto para la eternidad? Señor, ayúdame a no olvidar nunca el fin para el cual me has creado”.
Al llamarle con su título de príncipe y señor, les decía con gran amabilidad: “Servir a Dios es algo más glorioso que poseer todos los principados de la tierra”.
En Madrid, en la corte de Felipe II, ante el altar de Nuestra Señora del Buen Consejo, se sintió llamado a ingresar en la Compañía de Jesús el mismo día de la Asunción de 1583.
Abdicó el Principado en favor de su hermano y se entregó en el noviciado adquiriendo las virtudes religiosas. Con sus grandes progresos en los estudios y antes de llegar al sacerdocio, a sus 23 años, ascendió a los cielos el 21 de junio de 1591.