principio de vida, porque recordé que Pascal decía: “nuestro primer interés y nuestro deber primordial es ilustrarnos sobre esta materia de que dependerá toda nuestra conducta”.
Si, el hombre se presiente así mismo proyectado a un mundo que pasa las fronteras de la muerte. Vamos por la vida, impelidos hacia la dicha y el gozo, llevados por una fuerza misteriosa que, por ser natural, debe responder a la verdad. El animal no sueña ideales, no se eleva sobre lo material y concreto, no sospecha que existe un mundo donde el amor y la paz y la felicidad habitan. El poeta Marquina recojió asi este sentir íntimo de nuestro ser: “Una fuente escondida y caminar con sed. Y, al final del camino encontrarla y beber”.
Es cierto que el ojo recibe la luz y el calor; el oído percibe los sonidos; el paladar saborea el gusto; el aroma nos llega por el olfato; las superficies, durezas y suavidades se alcanzan por el tacto. Todo ello se enmarca en el cuerpo dotado de vida.
Y existe otro medio de conocer, se alcanzan otros objetos, lejanos, pasados, espírituales, o se perciben los mismos objetos materiales de modo más espíritual. Este conocimiento lo ejercita el alma dotada de memoria, entendimiento y voluntad.
Desde el conocimiento parcial y concreto de los sentidos corporales, pasando por la imaginación y fantasía, llegamos al otro del alma, cámara real donde se registran los fenómenos más hermosos y ricos de nuestra espiritualidad. El conocimiento de lo espiritual, el amor, la virtud, la fe, las más nobles aspiraciones del hombre, el sentido de la justicia y nobleza, el ansia de verdad, la equilibrada combinación de unos medios para alcanzar unos fines, los proyectos luminosos y los altos ideales… todo ello declara que, como la perla en la concha, guardamos en el cuerpo el brillo de un ser espíritual, el alma. Ella es diferente del cuerpo, independiente de él; no cae bajo el poder de los sentidos, no se ve ni se palpa, como no se ve ni se palpa lo que se discurre, lo que se ama, lo que se sufre, lo que se anhela y lo que se goza.
Si, el alma preside la vida y sostiene el cuerpo y le da color y movimiento, hermosura y armonía. La muerte, con la fealdad que trae aparejada para el cuerpo, es simplemente la separación del alma; entonces queda patente cómo era el alma el todo en la vida del cuerpo. Como el cuerpo, al fin, es polvo, cal, hierro, grasa, magnesio, potasio… el cuerpo, al separarse el alma, queda en lo que es: polvo.