A estas situaciones, tenemos que añadir las catástrofes naturales, que conllevan muertes y destrucción, en naciones que, en algunos casos, llevan años sufriendo situaciones de pobreza extrema. Está claro que la vida humana y las personas no son valoradas por los hombres en la medida que el Plan que Dios había previsto para ello.
En medio de esta triste situación, no dejamos de oír declaraciones de responsables de naciones y organismos internacionales, que claman por la paz y la solución de los problemas de violencia. Pero la realidad es que no se adoptan medidas para reducir o, al menos, tratar de minimizar estas situaciones, que podemos llegar a pensar que se deja que perduren en el tiempo. ¿Qué se quiere? ¿Qué nos acostumbremos (sic) a estas realidades inhumanas?
Las soluciones no son fáciles, los hombres, “heridos” por el Pecado Original, no podremos resolverlas, sobre todo si nos alejamos de Dios, en la organización de nuestras vidas privadas y públicas.
Es interesante recordar, en estas circunstancias, las palabras de San Pío X, en su Carta sobre Le Sillon [1] “Notre charge apostolique” (1910): “No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual, en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó… no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos… no, la civilización no está por inventar ni la “ciudad” nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe… es la Civilización Cristiana, es la “ciudad” católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo. [2]
[1] Movimiento social francés, de fondo católico, (1894-1910).
[2] Instaurar todo en Cristo.