Hay que saber que las emociones negativas intensas crean tensiones intensas y que el negar nuestra ayuda constructiva cuando el niño más lo necesita, es como dejarle sólo en la oscuridad.
Si tratamos de educar, ayudar a los hijos a construirse, hemos de caer en la cuenta del estado emocional del otro (empatía). Porque cuando el niño siente emociones negativas, necesita que se le escuche con comprensión, que nos pongamos en su lugar (empatía). No busca que le digan que sus temores no tienen razón de ser. Busca comprensión que es lo que le da seguridad y consuelo. Para ello, es necesario que los padres se muestren empáticos, que traten de comprenderle desde su punto de vista, que le escuchen y atiendan (empatía). Por lo tanto, se trata de comprender sin enjuiciar para poderle prestar la ayuda que, en ese momento, necesita.
Me viene a la cabeza la historia de Momo, la protagonista del famoso libro de Michael Ende. Una niña a la que todo el mundo quería y que a su lado cualquiera se sentía a gusto. No es que Momo tuviera unas dotes excepcionales. No ¿Qué es entonces lo que atraía de ella? Que sabía escuchar. Eso hacía que la gente no muy lista tuviera ideas inteligentes; el indeciso adquiriera decisión; el tímido se sintiera libre y valeroso; el desgraciado y agobiado se volviera confiado y alegre. Y hasta el más infeliz descubriera que era importante para alguien en este mundo… ¡Toda una lección de empatía!
Como colofón propongo la relectura de este libro que, estoy seguro, volverá a proporcionar unos ratos agradables y sugerirá, sin duda, ideas para mejorar la empatía y facilitar una ayuda eficaz a los seres más queridos.