31 de Octubre – Quintín era hijo de un apreciado senador romano. E hizo amigo del Papa San Marcelino, quien lo bautizó. En Quintín ardía el deseo de dar a conocer el nombre de Jesucristo. Así pues, fue enviado por el Papa en una expedición misionera dirigida por San Luciano a evangelizar la Galia, comenzando por la ciudad de Amiens.
Quintín había recibido de Dios el don de sanación. Al imponer las manos lograba la curación de ciegos, mudos y paralíticos.
Había recibido también de Nuestro Señor un poder especial para alejar los malos espíritus. Las conversiones a religión verdadera se multiplicaban al tiempo que los templos paganos se quedaban vacíos.
Los sacerdotes paganos se quejaron ante el gobernador Riciovaro, diciéndole que la religión de los dioses de Roma se iba a quedar sin seguidores si Quintín seguía predicando y haciendo prodigios. Riciovaro, que conocía a la noble familia de nuestro santo, lo llamó y le echó en cara que un hijo de tan famoso senador romano se dedicara a porpagar la religión de un crucificado. Quintin le dijo que ese crucificado ya había resucitado y que ahora era el rey y Señor de cielos y tierra.
El gobernador hizo azotar a Quintín y lo encerró en un oscuro calabozo, amarrado con cadenas. Pero por la noche se le soltaron y sin saber cómo, se encontró libre, en la calle. Al día siguiente estaba de nuevo predicando. Entonces el gobernador lo mandó apresar otra vez y después de someterle terribles torturas, fue decapitado.