"Tuve por entonces un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida", resalta San Juan Bosco al comenzar la narración.
"En el sueño me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego. Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, me metí, en medio de ellos para hacerlos callar a puñetazos e insultos. En aquel momento apareció un hombre muy respetable, de varonil aspecto, notablemente vestido. Un blanco manto le cubría de arriba abajo; pero su rostro era luminoso, tanto que no se podía fijar en él la mirada. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras: ‘No con golpes, sino la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a éstos tus amigos. Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud'".
El santo cuenta que en aquel sueño él se sentía algo aturdido y espantado por esas palabras y señalándole a Nuestro Señor que él era tan solo un muchacho ignorante, que se sentía incapaz de hablar de religión y le preguntó: "¿Cómo podré adquirir la ciencia?". Ante lo cual Nuestro Señor le anunció: "Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad". Y el pequeño Juan Bosco le indagó: "¿quién sois vos que me habláis de este modo?", a lo que respondió el Señor: "Yo soy el Hijo de aquella a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día".
Se le apareció la Virgen María
"En aquel momento vi junto a él una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada uno de sus puntos fuera una estrella refulgente. La cual, viéndome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, me indicó que me acercase a ella, y tomándome bondadosamente de la mano: ‘Mira', me dijo. Al mirar me di cuenta de que aquellos muchachos habían escapado, y vi en su lugar una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales. ‘He aquí tu campo, he aquí en donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo que veas que ocurre en estos momentos con estos animales, lo deberás tú hacer con mis hijos'", continúa la narración.
Luego, prosiguió: "En aquel momento, siempre en sueños, me eché a llorar. Pedí que se me hablase de modo que pudiera comprender, pues no alcanzaba a entender qué quería representar todo aquello. Entonces ella me puso la mano sobre la cabeza y me dijo: ‘A su debido tiempo todo lo comprenderás. Dicho esto, un ruido me despertó y desapareció la visión'".
Este fue el primero de los 159 sueños proféticos que San Juan Bosco tuvo a lo largo de su vida, marcando el inicio de la Obra Salesiana. Como lo expresa el Padre Eliécer Sálesman en el libro "Los sueños de San Juan Bosco": "toda su vida la empleó en transformar jóvenes difíciles como fieras, en buenos cristianos como mansos corderos". Todo con la ayuda maternal de María Auxiliadora.
(GaudiumPress - "Memorias Biográficas" y "Los Sueños de San Juan Bosco" del Padre Eliécer Salesman)