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El que no renuncia a todo, no puede ser discípulo mío

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: 
- Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 
Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío. 
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: «Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar». 
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? 
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. 
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

Comentario Papa Francisco: En el Evangelio de hoy Jesús insiste acerca de las condiciones para ser discipulos: no anteponer nda al amor por Él, cargar la propia cruz y seguirle. Jesús no quiere engañar a nadie. Él sabe bien lo que le espera en Jerusalén, cuál es el cambio que el Padre le pide que recorra: es el cambio de la cruz, del sacrificio de si mismo para el perdón de nuestros pecados. Seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal. Significa entrar en su gran obra de misericordia, de perdón, de amor.Y este perdón universal, esta misericordia, pasa a través de la cruz. Pero Jesús no quiere realizar esta obra solo: quiere implicarnos también a nosotros en la misión que el Padre le ha confiado. Después de la resurección dirá a sus discípulos: "Como el Padre me ha enviado, así tambié os envío yo"... El discípulo de Jesús renuncia a todos los bienes porque ha encontrado en Él el bien más grande, en el que cualquier bien recibe su pleno valor y significado: los vinculos familiares, las demás relaciones, el trabajo, los bienes culturales y económicos, y así sucesivamente. El cristiano se desprende de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica del amor y del servicio.