Destacó en todas las circunstancias de la vida: fue un gran obispo, teólogo, filósofo, predicador, escritor, poeta. Todo lo hizo bien, desde que se convirtió en amigo de Jesús.
Fue hijo de Patricio, un funcionario de Tagaste y de Santa Mónica, la buena madre que, siempre preocupada por su hijo, consiguió con sus oraciones y sus lágrimas, que su AGustín se convirtiese en un buen cristiano. Nació en Tagaste (Argelia), el 13 de noviembre del año 354.
Tuvo dos hermanos, Navigio y una hermana de la que no conocemos su nombre. Su madre lo inscribió en la Iglesia cristiana como catecúmeno, que eran los que se preparaban para el bautismo, pero él no hizo caso de la preparación y se quedó sin bautizar. Dándose cuenta sus padres de la inteligencia del pequeño Agustín lo mandaron a estudiar a una ciudad cercana, Madaura. Estudió bien y con mucho interés. Cuando ya no podían enseñar nada más en Madaura, pasó a la capital, Cartago. Al terminar ya era profesor. Se marchó de su casa y se hizo profesor en su pueblo, en Cartago, en Roma y en Milán. Pero allá donde iba Agustín no se sentía a gusto, notaba que le faltaba algo muy importante, se había apuntado a la secta de los maniqueos, pero no le convencía nada de aquella doctrina.
Por fin en Milán oyó un sermón del obispo San Ambrosio (7 de diciembre) y siguió yendo a la iglesia para oír más veces al santo obispo. Le convenció y la fuerza de la fe lo cambió por dentro. Se preparó bien, y en la noche de Pascua del año 387 recibió el bautismo. Hecho ya cristiano, quisó entregarse por completo a Dios y, al poco tiempo, recibió la ordenación sacerdotal en su tierra, en enero del año 391. Fue consagrado obispo de Hipona (Argelia) en el año 397. Y allí se quedó ya para siempre. Como obispo destacó pronto por la sabiduría con que predicaba, por la bondad con que regía su diócesis y por el cariño que le tenían sus diocesanos. Hasta hoy han llegado sus escritos, libros, cartas, sermones. En ellos trata de todos los temas que puedan interesar a los cristianos y en ellos explica siempre bien toda la doctrina de Jesús. Escribió a favor de la Iglesia, en contra de las herejías, exaltando a Jesús, a la Virgen María, a los santos. Los cristianos de Hipona acudían todos a oír sus sermones, que les hacían ser mejores hijos de Dios y hermanos de los demás. Murió el gran obispo y doctor el 28 de agosto del año 430.