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¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. 
Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. 
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: 
- No llores. 
Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: 
- ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! 
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. 
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: 
- Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. 
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

Comentario Papa Francisco

La misericordia de Jesús ¡es una fuerza que da vida, que resucita al hombre! La misericordia de Jesús no es sólo un sentimiento, ¡es una fuerza que da vida, que resucita al hombre! Nos lo dice también el evangelio de hoy, en el episodio de la viuda de Nain. Al verla el Señor, se compadeció de ella. Esta “compasión” es el amor de Dios por el hombre, es la misericordia, es decir la actitud de Dios en contacto con la miseria humana, con nuestra indigencia, nuestro sufrimiento, nuestra angustia. Y ¿cuál es el fruto de este amor, de esta misericordia? ¡Es la vida! Si le mostramos nuestras heridas interiores, nuestros pecados, Él siempre nos perdona. ¡Es todo misericordia! Vayamos a Jesús.