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No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificios

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: 
- Sígueme. 
Él se levantó y lo siguió. 
Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. 
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: 
- ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores? 
Jesús lo oyó y dijo: 
- No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios»: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Comentario Papa Francisco

Pensad en aquella cháchara después de la vocación de Mateo: “¡Pero este va con los pecadores!” (cf.Mc 2, 16). Y él ha venido para nosotros, cuando reconocemos que somos pecadores. Pero si somos como aquel fariseo ante el altar -“Te doy gracias, porque no soy como los demás hombres, y tampoco como ese que está a la puerta, como ese publicano” (cf. Lc 18,-11-12)-, no conocemos  el corazón del Señor, y nunca tendremos la alegría de sentir esta misericordia. No es fácil encomendarse a la misericordia de Dios, porque eso es un abismo incomprensible. Pero hay que hacerlo. “Ay, Padre, si usted conociera mi vida, no me hablaría así”. “¿Por qué, qué has hecho?”. “¡Ay Padre!, las he hecho gordas. “¡Mejor! Acude a Jesús”.