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Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera

En aquella ocasión se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: 
- ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera. 
Y les dijo esta parábola: 
Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. 
Dijo entonces al viñador: 
- Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? 
Pero el viñador contestó: 
- Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás.

Comentario Papa Francisco

En los momentos de tristeza y de abatimiento, cuando todo parecía perdido, san Juan Pablo II no perdía la esperanza, porque su fe y su esperanza estaban puestas en Dios. El pueblo polaco sabe bien que para entrar en la gloria es necesario pasar a través de la pasión y la cruz. Y lo sabe no porque lo ha estudiado, lo sabe porque lo ha vivido. San Juan Pablo II, como digno hijo de su patria terrena, recorrió este camino. Lo siguió de manera ejemplar, recibiendo de Dios un despojamiento total. Por ello “su carne descansa en la esperanza”. ¿Y nosotros? ¿Y nosotros estamos dispuestos a seguir este camino? San Pedro, también con la voz de san Juan Pablo II, os dice: “Comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación” (1 P 1,17). Es verdad, somos viandantes, pero no errantes. En camino, pero sabemos adónde vamos. Los errantes no lo saben. Somos peregrinos, pero no vagabundos, como decía san Juan Pablo II.