Son los Patrones de la ciudad y de la diócesis de Santander (Siglo IV). Fueron dos hermanos que desempeñaron el cargo de oficiales en el ejército romano y que hacia el año 300, fueron decapitados en la ciudad de Calagurris (Calahorra), por confesarse cristianos y actuar en consecuencia. Su tumba fue objeto de un intenso culto durante todo el siglo IV y el poeta cristiano de la época, Aurelio Prudencio, les dedicó el primero de los himnos de su famoso libro Peristephanon. Tras el desembarco del Islam en la península ibérica en el 711, algunos cristianos que del avance musulmán intentaron llevarse consigo, hacia las montañas, las reliquias de la tumba martirial. Éste es el origen de que se hable de las reliquias de estos Santos en distintos lugares de la España nórdica. Entre ellos, el más destacado es Santander, en donde la tradición dice conservar las cabezas de los Mártires, que aún se exhiben, en sendos relicarios de plata, en la cripta de la Catedral. En todo caso, lo que sí sabemos con certeza es que, sobre las ruinas del antiguo Portus Victoriae, se edificó la iglesia dedicada a los Mártires, que, al parecer, es ya citada en el siglo X. Se trata de un monasterio del que, para finales del siglo XI, conocemos ya por documentos el nombre de su abad. Los cimientos del mismo y el edículo donde se guardaban las reliquias se han hallado durante las excavaciones arqueológicas realizadas en 1982 en la cripta de la Catedral o iglesia del Cristo. Junto a dicha abadía se fue formando un núcleo de población que recibió la denominación de villa de San Emeterio, de donde procede el nombre actual de Santander.
La mentalidad popular adornó la llegada a Santander de las cabezas de los Mártires con una serie de relatos legendarios. Habían venido solas por mar navegando en uno o sendos barcos de cesta o, según otra versión, en un barco de piedra. Al doblar la península de La Magdalena, estaría a punto de chocar con un islote, que inmediatamente se abrió dejando paso a la extraña nave. Es la isla de la Horadada o de los Mártires. Finalmente, el barco arribó al promontorio santanderino de Somorrostro y, después de descargar su sagrada mercancía, aún estaría flotando en el agua de unos profundos sótanos, que se encontrarían debajo de la Catedral. La devoción a los Santos Mártires gozaba de especial relevancia entre los pescadores. Así, cuando había galerna tañía en la Catedral una campana especial llamada de los Mártires, y a este templo acudían con velas para orar las familias de quienes estaban en la mar.
Las reliquias de las cabezas de los Santos Mártires han sobrevivido a las catástrofes que asolaron la Catedral: en 1893, cuando la explosión del ‘Cabo Machichaco’, y en el incendio general de 1941. La festividad de los Mártires se celebra el 30 de agosto con una procesión, hoy en día restringida al claustro de la Catedral, pero que en otro tiempo se hacía por mar, en acuerdo con la leyenda que alude a maravillosa llegada a Santander. Hace varios siglos se celebra cada cierto tiempo un año jubilar, cuya memoria prácticamente se había perdido, salvo la existencia de una ‘puerta del perdón’, propia de las iglesias que celebraban un ‘Año Santo’. Durante las excavaciones de 1982 apareció dicha puerta en la iglesia del Cristo, fechable lo más tarde en los comienzos del siglo XIII, la cual lleva en su decoración evidentes alusiones a la fiesta del jubileo. San Emeterio y San Celedonio fueron proclamados Patronos de toda la diócesis de Santander en 1971.