Afirmaba no creer lo que le decían hasta que él mismo pudiera con sus manos tocar las llagas del Salvador. Ocho días después, hallándose reunidios los discípulos en el mismo lugar, y Tomás con ellos, apareció de nuevo Jesús y se puso en medio de ellos, y volviéndose hacia Tómas le dijo: -Mete tu dedo en las llagas de mis manos y pon tu mano en mi costado, y no seas incrédulo. Penetrado de fe sincera, se arrojó Tomás a sus pies y dijo:
-Señor mío has creído, Tomás porque has visto; bienaventurados los que creen sin ver.
Pesca milagrosa
Después de su resurrección Jesús se apareció muchas veces a sus discípulos. Un día Pedro, Tomás, Bartolomé y Juan, con otros discípulos, fueron a pescar a las orillas del mar de Tiberíades. Entraron en la nave y trabajaron toda la noche sin coger un solo pescado. Al amanecer se apareció Jesús en la orilla y les preguntó si tenían pescado para comer; como le contestaron que no, Él les dijo: -echad las redes a la derecha y hallaréis. Así lo hicieron; fue tan abundante la pesca, que sus redes amenazaban romperse, y se hallaron ciento cincuenta y tres pescados de los más grandes. Juan dijo a Pedro entonces: -Es el Señor. Al oír estas palabras, Pedro se echó al mar para llegar más pronto a nado adonde estaba Jesús. Cuando llegaron todos a tierra, vieron un pescado sobre las brasas y pan que el Señor había preparado para que comieran.
San Pedro cabeza de la Iglesia
Muchas veces manifestó Jesús que elegía a Pedro como cabeza de su Iglesia, y cuando le anunció su caída, añadió luego:
-He rogado por ti, oh Pedro, para que no desfallezca tu fe, y tú una vez levantado de tu caída, confirma a tus hermanos. Con estas palabras el Salvador aseguró a Pedro que su doctrina nunca podría venir a menos, esto es, que su enseñanza sería infalible, y que a él y a sus sucesores les estaba encomendado confirmar a los otros apóstoles y a sus sucesores en la fe. Esta suprema autoridad la confirmó el Salvador después de la mencionada pesca milagrosa. Jesús dijo tres veces a Pedro: -Simón, ¿me amas? Y Pedro otras tantas veces y siempre con más fuerza, contestó: -Tú sabes que te amo. Jesús añadió: -Si me amas, apacienta mis corderos.
Este alimento simboliza la palabra de Dios; los corderos son los fieles que deben ser alimentados con todo lo que concierne a la fe, a las buenas costumbres y al bien espiritual de los cristianos.