En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles:
- Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas.
Pero no os fieis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán.
Todos os odiarán por mi nombre: el que persevere hasta el final, se salvará.
Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra.
Creedme, no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del Hombre.
Comentario del Papa Francisco
“Seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará”. Estas palabras del Señor nos hacen comprender que en las pruebas aceptadas a causa de la fe, la violencia es derrotada por el amor, la muerte por la vida. Y para acoger de verdad a Jesús, el camino es precisamente el indicado por este Evangelio, es decir, dar testimonio de Jesús en la humildad, en el servicio silencioso, sin miedo de ir a contracorriente y de pagar en primera persona. Y si bien no todos están llamados a derramar la propia sangre, a cada cristiano, sin embargo, se le pide ser coherente en toda ocasión con la fe que profesa. Y la coherencia cristiana es una gracia que debemos pedir al Señor. Ser coherentes, vivir como cristianos y no decir: “soy cristiano”, y vivir como pagado. La coherencia es una gracia que debemos pedir hoy.