Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
- ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!
Pedro le contestó:
- Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.
Él le dijo:
- Ven.
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
- Señor, sálvame.
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
- ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo:
- Realmente eres Hijo de Dios.
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret.
Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron curados.
Comentario del Papa Francisco
Saludo a los representantes de la Orden de Predicadores -dominicos- que ayer comenzó las celebraciones con motivo de octavo centenario de su fundación. Que el Señor os bendiga mucho en esta celebración. Y muchas gracias por todo lo que hacéis en y por la Iglesia (8-11-2015). Nuestros fundadores (Benito y Bernardo, Francisco y Domingo, Ignacio y Teresa) han sido movidos por el Espíritu y no han tenido miedo de ensuciarse las manos, recorriendo con valentía las periferias geográficas y existenciales.