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Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista

En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. 
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. 
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. 
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. 
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: 
- Pídeme lo que quieras, que te lo doy. 
Y le juró: 
- Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino. 
Ella salió a preguntarle a su madre: 
- ¿Qué le pido? 
La madre le contestó: 
- La cabeza de Juan, el Bautista. 
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: 
- Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista. 
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. Enseguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. 
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

Comentario del Papa Francisco

Juan era voz, no palabra; luz, pero no propia, Juan parece ser nadie. La vocación del Bautista es rebajarse. Cuando contemplamos la vida de este hombre tan grande, cómo esta vida ser rebaja hasta la oscuridad de una cárcel, contemplamos un misterio enorme. Nosotros no sabemos cómo fueron sus últimos días. Su cabeza acabó sobre una bandeja como gran regalo de una bailarina a una adúltera. Creo que no se puede descender más, rebajarse. Durante el tiempo que pasó en la cárcel: conocemos las dudas, la angustia que tenía. Mandó a sus discípulos a que hicieran la pregunta a la Palabra: ¿Eres tú o debemos esperar a otro? La oscuridad, el dolor en su vida.