En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
- Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero,
¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.
Comentario del Papa Francisco
Las bienaventuranzas son la ley de quienes han sido salvados. Esta es la ley de los libres, con la libertad del Espíritu Santo. Regular la vida, ordenarla a partir de una lista de mandamientos o de procedimientos, es algo limitado y, al final, nonos conduce a la salvación. Las Bienaventuranzas solo se comprenden si uno tiene el corazón abierto. Se comprenden desde la consolación del Espíritu Santo. No se pueden entender con la inteligencia humana o con el espíritu del mundo. Son los nuevos mandamientos, pero si no tenemos el corazón abierto al Espíritu Santo parecerán tonterías.