En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
- Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego, dijo al discípulo:
- Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Comentario del Papa Francisco
“Hijo, aquí tienes a tu Madre”. No se puede pensar en María sin pensarla como Madre. Su maternidad se amplía en la figura de ese nuevo hijo, se amplía a toda la Iglesia y a toda la humanidad… “No os dejo huérfanos, os doy una madre”. Tenemos una madre, una madre que está con nosotros, que nos protege, que nos acompaña, que nos ayuda, también en los tiempos difíciles, en los momentos feos. Esta maternidad de María podemos decir que va más allá de ella, es contagiosa. Y de la maternidad de María, viene una segunda maternidad, la maternidad de la Iglesia: nos genera en el Bautismo, nos hace crecer en su comunidad y tiene esas actitudes de maternidad, mansedumbre, bondad: la Madre María y la Madre Iglesia saben acariciar a sus hijos, dan ternura. Pensar en la Iglesia sin esta maternidad es pensar a una asociación rígida, una asociación sin calor humano, huérfana.