"San Pablo escribiendo sus epístolas". Óleo atribuido a Valentín de Boulogne, c. 1619.
Completando aquí lo que se refiere a San Pablo, diremos que su actuación en el principio de la Iglesia fue de una importancia trascendental. Él fue quien mejor orientó a la Iglesia en la manera de realizar el universalismo, para la que Dios la destinaba, y, con su fogosa voluntad, supo poner en práctica el comienzo de la evangelización de los gentiles. Aún a costa de mil penalidades, él fue quien rompió las ataduras con que los judíos querían atar al cristianismo a la ley de Moisés.
Él fue quién implantó el cristianismo en los grandes centros de población, desde donde pudo extenderse después a otras partes.
Sobre su doctrina nos dan preciosas indicaciones el libro de los Hechos de los Apóstoles, y, sobre todo, sus Epístolas. Ante los judíos insiste particularmente en el hecho de que Jesús es el Mesías prometido y su doctrina es el complemento de la ley de Moisés, a la que viene a sustituir. Ante los gentiles, habla de un Dios creador y desarrolla con tesón sus grandes principios de la justificación por la fe, la fe en Jesucristo, y otros semejantes.
Epístolas de San Pablo
San Pablo tuvo especial empeño en sostener y alentar a las cristiandades ya establecidas. Por eso, una vez fundadas, según se ha visto, las visitaba con frecuencia. Uno de los medios que usaba para el mismo fin eran sus cartas. De ellas se han conservado algunas, que resultan de grandísimo interés para conocer el carácter y las enseñanzas de San Pablo. He aquí las principales:
Las primeras que escribió fueron las dos a los Tesalonicenses, en las que procura calmar las impaciencias de los cristianos por la supuesta próxima venida de Cristo, dándoles preciosas enseñanzas. Las escribió desde Corinto, entre los años 52-53.
Las dos de los Corintios fueron escritas durante el tercer viaje apostólico. Hallándose Pablo en Éfeso, hacia el año 57, escribió la primera, en la que trataba de resolver diversas discusiones y dudas que traían revueltas aquella cristiandad. El portador de esta carta fue Timoteo, a quien encontró San Pablo en Filipos, con excelentes noticias sobre el buen efecto producido por sus cartas en Corinto.
Al año siguiente, en el 58, también desde Corinto, escribió la gran epístola a los Romanos, síntesis excelente de la doctrina de San Pablo sobre la justificación.
Asimismo, escribió las preciosas epístolas a los Gálatas y a los Hebreos, tan llenas de las ideas fundamentales de San Pablo, y durante la primera y la segunda cautividad, escribió las cartas dirigidas a Filemón y a Tito, a los Colosenses y Filipenses.
Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.J.