Los panecillos y roscones resultan bastante apetitosos... y tentadores en la descuidada cesta de mimbre. El aprendiz de panadero, como de costumbre, va a hacer su entrega en la sacristía de la iglesia, para que sean distribuidos como regalo del Cielo, al final de la Misa Mayor.
Ufano de su oficio, luce ya la chaquetilla blanca, remangada, su delantal y el gorro bajo. Un “diablo” vestido de monaguillo, finge estar interesado en las noticias que trae el “Petit Journal”, mientras sus compinches le birlan por diversión un par de bollos.
Enseguida el pequeño panadero se percatará del engaño y saldrá corriendo tras ellos, que estarán huyendo, muertos de risa, degustando sus trofeos.
La denuncia al paciente sacerdote no tardará y la corrección a la travesura tampoco.
Chocarne-Moreau es profuso pintando este tipo de escenas graciosas. Al tiempo que nos hace sonreír, la anécdota nos deja una lección: la inocente víctima también puede haber pecado de ingenuidad y los que se creen muy listos, con frecuencia, rayan en la maldad.
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En la Iglesia primitiva los fieles llevaban al altar el pan y el vino como ofrenda para la celebración del Santo Sacrificio. De ahí derivó la simpática costumbre de distribuir al final de la Misa dominical el “pan bendito”, ofrecido previamente por la familia de la parroquia que le tocaba en turno, como señal de caridad y amor fraterno. Algunas mandaban entregar ricos bollos y roscones en lugar de pan.
Este “panis benedictus” o “panis lustratus” –generalmente unidad, y trae gracias a quienes lo comen con la debida devoción. La piadosa tradición se conservaba hasta no hace mucho en la Iglesia Occidental, especialmente en algunos pueblos de Francia.
V I D A
PAUL CHOCARNE-MOREAU nació en Dijon en 1855 en una familia de artistas. Ingresó en la Escuela de Bellas Artes de París, donde fue sucesivamente alumno de Robert-Fleury y William Bouguereau. Se especializó en la pintura de género, y carteles publicitarios, representando escenas de la vida parisina cuyos héroes son en general jóvenes aprendices de pasteleros, deshollinadores, monaguillos y escolares, que hacen todo tipo de bromas. Precursor de Norman Rockwell, falleció en París en 1931.