Este milagro lo recoge una de las antiguas biografías de san Antonio, la llamada BENIGNITAS (XXIV,1), por la palabra inicial del texto latino, escrita por el franciscano Juan Pecham, alrededor del 1280. Ahora dejemos que sea el autor de la antigua biografía quien nos lo cuente.
Resurrección de un niño llamado Parisio.
En la ciudad de Lisboa, había un niño llamado Parisio, pariente cercano de nuestro santo padre Antonio. Un día algunos niños, para dar un paseo, como es normal a esa edad, lo llevaron con ellos, saliendo al mar en un bote; pero de repente estalló una tempestad; el bote y todos quedaron sumergidos en el mar debido a los fuertes golpes de los vientos.
Mientras que los compañeros del niño, que eran grandecitos y sabían nadar, lograron salvarse, el pequeño se quedó allí solo y fue engullido en la profundidad del mar.
La noticia del niño ahogado fue llevada a la madre y ella con grandes gemidos corrió a la playa; viendo a algunos hombres que pescaban con las redes en el mar, les suplicó que las echaran donde su hijo se había ahogado, para que pudiera al menos ver miserablemente muerto al que había perdido vivo.
Arrojadas las redes al mar, lo tomaron como un pez y, lo que realmente más entristecía, lo entregaron muerto a su madre. Familiares y amigos se apresuraron y llevaron el cuerpo a casa, acompañando a la madre con gritos profundos.
Después de ponerlo sobre una mesita con la cabeza vuelta hacia atrás, le levantaban los pies para que vomitara el agua tragada. Pero no había señales de voz ni de sentidos, por lo que todas las esperanzas se habían desvanecido y tenía las mejillas y los labios cerrados como los muertos. Finalmente, al día siguiente decidieron llevarlo a la tumba, habiendo tocado con la mano el frío helado de la muerte.
La madre, sin embargo, no lo permitió, y con amargos sollozos le rogó al bendito Antonio, con constantes oraciones, que le devolviera vivo al hijo, prometiéndole que si se hubiera dignado devolvérselo, lo ofrecería a la Orden de los Frailes Menores.
La piadosa madre con piadosa importunidad continuó en su fe encomendándose al bendito padre Antonio; finalmente, al tercer día, a la vista de todos los presentes, "el que antes había estado muerto" (Jn 11.44 Vg) se despertó por los gloriosos méritos del bienaventurado Antonio.
La madre entonces, exultante de alegría y gozo, y todas las personas presentes, asombradas por lo que había sucedido, alabaron a Dios y a san Antonio con cantos.
Tiempo después, cuando el niño creció, la piadosa madre que no había olvidado el voto, lo ofreció como oblato a la Orden de los Frailes Menores. Él mismo, que entró en esa familia religiosa con el nombre de fray Parisio, llevó una vida ejemplar por la santidad y las costumbres, y contó detalladamente a los cohermanos lo que Dios, salvación y vida de los que mueren, había hecho a su favor, por los méritos de su siervo Antonio.