Entretanto, Jerusalén y toda la Judea eran presa de las más sangrientas revueltas. Judea caía en poder de una serie de procuradores romanos, Festo y Albino, y, sobre todo, Gesio Floro, que la exasperaron cada vez más con sus abominables abusos. En estas circunstancias, mientras los asesinos pululaban por todas partes, levantáronse los judíos en diversas y sangrientas revueltas.
Entre la confusión que entonces se originó, los cristianos de Jerusalén, fieles a las advertencias del Señor, se recogieron en Pella, al otro lado del Jordán, desde donde pudieron seguir las catástrofes del pueblo.
En Jerusalén siguieron defendiéndose, y a las veces desangrándose mutuamente, los exaltados judíos, siempre azuzados por los llamados celantes. Pero, al fin, cercados por las fuerzas inmensamente superiores de Vespasiano y Tito, después de un asedio de siete meses, que pasa por uno de los más horribles de la Historia, fueron sometidos el año 70 y llevados en su mayoría como esclavos. El templo fue arrasado y la ciudad destruida. Se cumplia al pie de la letra la profecía de Cristo.
Extensión del Cristianismo
Gracias al esfuerzo de los Apóstoles y de sus inmediatos sucesores, la Iglesia católica hizo rápidos progresos, y bien pronto quedó sólidamente establecida dentro del Imperio romano. Antes, pues, de exponer las luchas que tuvo que sostener frente a los emperadores romanos, veremos cómo penetró en los principales territorios.
El hecho mismo
Los mismos escritores paganos fueron los primeros en observar el crecimiento rápido del Cristianismo. Así lo observaba Plinio en su carta dirigida a Trajano. Tácito habla ya en el siglo I de multitudo ingens. Por otra parte, los escritores cristianos del siglo II ponderan este crecimiento. San Justino, a mediados del siglo; algo más tarde, San Ireneo, y, poco después, Tertuliano, todos con frases muy expresivas.
Penetración intensiva
Primeramente, consta que había penetrado en todas las clases de la sociedad. Ante todo, es un hecho que arraigó profundamente entre la gente pobre y sencilla. Pero, además, tuvo pronto seguidores entre la gente ilustrada y gente noble. Así, por ejemplo, el procónsul Sergio Paulo, Dionisio Areopagita, Pomponia Graecina, los Flavios y Acilios, Apolonio, y otros. Los apologetas eran todos gente erudita e ilustrada. Hasta en la corte se había introducido el Evangelio, pues sabemos que San Pablo saluda a los de la casa del César. No mucho después abundan los cristianos y los mártires entre los militares. Baste citar a San Marcelo y San Sebastián.