13 DE DICIEMBRE - Nació y murió en Siracusa, Italia. Gracias a sus múltiples virtudes entre las que destacó la sencillez, la humildad y la honradez, el Papa San Gregorio en el siglo VI puso su nombre a dos conventos femeninos que él fundó.
Siendo la santa muy niña hizo a Dios el voto de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre casarla con un joven pagano.
Lucía era huérfana de padre, y su madre tenía puestos los ojos en ella pensando en darle un buen porvenir con un ventajoso matrimonio. Lucía había hecho voto de virginidad, pero no le dijo nada a su madre, Eutiquia, pensó para sí: "Yo también seré como Águeda y otras mártires que se consagraron a Jesucristo para siempre. Si llega la hora, también seré mártir por Él". Vino a decir como el Profeta: "Mi secreto para mí". A nadie reveló su promesa. Su madre quedó presa de una enfermedad y Lucía la convenció para ir a Catania, ante el sepulcro de la mártir Santa Águeda a pedir su curación. La gracia fue doble: fue curada la enfermedad de su madre y curación espiritual de la ceguera que tenía. Dijo la madre: “Perdóname, hija querida, veo ahora lo engañada que estaba con tu falso porvenir. Daremos todo cuanto tenemos y nos entregaremos al servicio del Señor”.
Al enterarse de su negativa, el joven pretendiente la acusó ante el pretor de que era cristiana, religión prohibida en aquellos tiempos. Santa Lucía fue llevada a juicio, la atormentaron cruelmente. La cubrieron con pez y resina. Con una espada cortaron su cuello virginal. Era el 13 de diciembre del año 300.